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Domingo, 09 Julio 2017 23:12

ANTI

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Llego al Centro Cultural Recoleta, Antihomenaje Dadá sucede en la sala Cronopios. Recibe a los espectadores la auto proclamada Madame Dadá recitando un texto que funciona como prólogo al evento. Según tengo entendido, ella guía el recorrido curatorial. Entramos y Madame nos dirige hacia la performance Moneyfest de Marina Otero en la cual 6 personajes transitan cada uno por su carril demarcado con cinta tipo peligro mientras uno dice un texto que habla sobre Los Artistas, El Dinero y El Mercado entre otras cosas. Una pila de bananas los espera al final de cada carril. Para llegar hasta ahí tuve que atravesar otras performances: Concierto para trituradoras, La Opera de las Cosas y La Venus Retornable. Todo esto lo sé porque adentro, los organizadores de la Bienal de Performance ’17 me dieron un papel con todas las descripciones y fichas técnicas. Todo muy prolijo. 

Dice el programa: DADA llamó a romper con todas convenciones, a destruir la maquinaria de la cultura y empezar de cero. Contra la belleza eterna, contra la rigidez de los principios y las reglas, contra la momificación de los museos, se propuso reconciliar el arte con la vida, exaltando la libertad, la contradicción, el azar, el sinsentido, el humor y el caos creativo. 

El surgimiento de Dadá en 1916 en medio de la Primera Guerra Mundial supuso, en el mundo del arte, una verdadera revolución. Fue un movimiento que, si bien no duró demasiado, anunció lo que vendría para el arte occidental de la segunda mitad del siglo XX: Arte Conceptual, Arte Abstracto, Performance, Op Art, Pop e Instalaciones. Ellos lo hicieron primero. Ricardo Ibarlucía lo deja muy claro en la charla-convocatoria al proyecto que se puede ver en YouTube.

(Anti) homenajear a Dadá supone una reelaboración de Dadá, dice también Emilio García Whebi en la mencionada charla. 

Pues bien, al entrar a la sala Cronopios sentí que estaba en un Museo. Entre la fuerte presencia institucional (Bienal de Performance, Bienal de Arte Joven y Centro Cultural Recoleta), el hecho de estar en un gran cubo blanco, epítome del arte contemporáneo, preparada para ver “arte” y los carteles que indicaban que  en esta muestra hay desnudos y escenas que pueden resultar incómodas para algunos visitantes, el efecto me resultaba decididamente anti-dadá.

Al recorrer la muestra y ver las performances sentí, además, un deja vu. 

Hace dos años,  en la Bienal de Performance ’15, vi Under de si, de Luis Garay y Diego Bianchi. La estructura era parecida: un lugar enorme (el Centro de Arte Experimental de la UNSAM en Almagro) con performances dispuestas en el espacio. Sin embargo la sensación fue  distinta.

El evento era de noche y había que hacer cola, como en un boliche. Una columna inmensa, dorada y desgastada era la antesala a tener que pisar a varias personas, literalmente, para poder entrar.

Adentro era otro mundo. Música electrónica al palo, pilas y pilas de basura deformaban el galpón y enmarcaban las performances, las cuales sucedían simultáneamente.  Éstas estaban por lo general conformadas por dos o tres personas máximo y no eran narrativas. Si tenían algún desarrollo, era corto y volvía a empezar, como en una especie de loop. Y si no, eran acciones concretas que duraban en el tiempo: un chico se bronceaba desnudo en una cama solar, otro se besaba en un espejo. 

Fue como entrar en un lugar a mitad de camino entre lo cool y lo no cool. Entre lo atractivo y lo desagradable, en la línea que los limita, es decir que los separa y los junta al mismo tiempo.  Un poco como ver a Kate Moss tener diarrea y otro poco como entrar en el espacio de lo que queda afuera del marco de Instagram y del filtro de Snapchat. En esa contradicción que supone ocultar, por ejemplo, los kilos de más en una foto en la que estás en bikini. En lo que se rompe, se derrite, se empobrece y se precariza, mientras me saco una selfie haciendo pucherito. 

Under de si supuso, para mi, entrar en una propuesta con una mirada particular sobre una experiencia del cuerpo contemporáneo. Un cuerpo que, con cada Like, va perdiendo tridimensionalidad. 

AntihomenajeDadá, por un lado, me pareció  una remake de la performance de Garay y Bianchi. No porque Under… me resultara vanguardista o rupturista especialmente sino porque sentí que compartían la misma estructura y algo de su voluntad de escandalizar o llamar la atención. 

Por otro lado, si bien es cierto que Dadá fue absorbido por la industria cultural, también es cierto que, en su momento, significó una ruptura con el orden establecido en el mundo del arte. Al pasear por Antihomenaje Dadá lo que sentí fue una mezcla entre regodeo y orgullo de serparte del Arte Contemporáneo. 

Cero Dadá.

 

Este comentario fue escrito a partir de mi asistencia la inauguración de AntihomenajeDadá (101 años del Cabaret Voltaire) en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta  en el marco de la Bienal de Performance 2017 el sábado 13 de mayo.

 

 

 

Bel Eiff

Nací en julio de 1986 en Buenos Aires. Me mudé muchas veces. Estudié en la UBA y me recibí. Trabajé en diferentes lugares. Me encanta la danza. Amo esta revista. 

 

 

 

 

 

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