Honestamente, me aventuro a escribir estas palabras, pretendiendo verter más luz sobre un escenario pleno en una noche de luna casi nueva. Aunque para todos, sin duda, nueva. ¿Cuánto debe uno abandonar por el privilegio de empezar de nuevo? Es muy difícil describir lo que esa noche de domingo del 10 de marzo de 2013 cada espectador se llevó consigo, tanto a su casa física como en su fuero interno. Ya puedo sentir la incomodidad. Pero, así y todo, me atrevo. Antes que nada, es importante que distinga dos situaciones que, aunque emparentadas en cualquier otra eventualidad de carácter artístico, ese domingo 10 de marzo de 2013 alcanzaron a individualizarse por motivos de carácter público y que exceden la realidad. En primer lugar, rondaba en el aire el reciente fallecimiento de Gabriel Francisco Hernández Fernández, artista nacido en Chile, residente en Argentina, bailarín y coreógrafo a quien la obra y sus partes le rendían homenaje, no sólo por ser asistente de “Cuerpo Extranjero”, lo cual era ineludible, sino, asimismo, por ser un compañero y un colega, y, seguramente, para muchos…