Yo, vos, nosotros, recuerdo. Son las palabras que me resuenan de las dos obras de Celia Argüello Rena, actualmente en cartel: “Azúcar” y “Villa Argüello”. La subjetividad aparece en escena, hegemonizándola, construyéndola, guiando la narración y poniendo en juego la distancia entre ficción y realidad, entre representación y presentación. Azúcar se define como un “drama coreográfico sobre la biografía de los intérpretes” (aunque nos es difícil sostener la categoría de “intérpretes”, para este caso), particularmente sobre su diabetes. Esta puesta en primera persona, a su vez nos conduce a un relato acerca de la memoria. Y esos recuerdos traen a escena otra obra, una que según cuentan, realizaron juntos, Nahuel Cano y Diego Echegoyen, unos años atrás. Una obra que hablaba del amor, algo tan indefinido como la historia misma. Y luego, la diabetes, enfermedad que comparten ambos. Es entonces cuando aparece cierto rasgo performático, ya que se nos devela la construcción de la pieza. Hablando de una obra del pasado, hablando de la del presente, poniendo el acento en la subjetividad, oscila el límite entre ficción y realidad. Asimismo…