Algo se fundó en la infancia: clases de danza jazz, la escritura de un cuento. Esas semillas germinaron para brotar con los años en la elección de estudiar Letras (UBA) y desbordar mi cuerpo de escritura. Viví en el Delta donde se gestó En isla (Tocoymevoy ediciones). Luego se publicó el cuento “Martina, la tarde” (ed. Alto Pogo). A la vez que las letras me acompañaban fui atravesada por el butoh y con esta danza la posibilidad de explorar los cuerpos que me habitan y lo que ellos pueden desplegar.
Después de dedicarme a la docencia y dar talleres de escritura creativa me fui a viajar por Latinoamérica participando de colectivos artísticos multidisciplinarios y presentando unipersonales de danza. En México pude formarme con diversos maestros en el Primer Festival Internacional de Butoh.
Y como “siempre se vuelve al primer amor” volví para profundizar este camino y continuar explorando formándome en expresión corporal en la UNA. Incursiono en la escena participando como intérprete en obras de teatro y teatro físico.
Las herramientas críticas, teóricas y poéticas que las letras me dieron las pongo al servicio de leer y componer en la danza, reflexionando sobre el cuerpo y sus modos de resignificar el espacio-territorio que nos habita.
Me interesa pensar la danza como un despliegue potencial que tiene el cuerpo de manifestarse en el mundo y de conectar con otros mundos que nos exceden y abisman.