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Miércoles, 07 Junio 2017 17:10

Ser mirada

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Soy  mirada, digo esto y siento lo ambiguo de la frase. Por un lado implica que desde este lugar de enunciación yo no soy otra cosa más que una mirada, una cámara que ve, que realiza un recorte a cada paso. Por el otro lado implica la pasividad del sujeto, yo soy mirada, otros me ven. En este doble juego me sitúo y me construyo como mirada de espectador. Un espectador no es sólo alguien que ve, es también alguien que es mirado: por otros espectadores, por los intérpretes de una obra cuando interpelan al público, por sí mismo cuando recorre una instalación que le devuelve un reflejo de su mirada. 

Entonces ¿Dónde comienza la obra, en la antesala, en el momento previo a ingresar? ¿En todo lo que percibimos y miramos? ¿Dónde comienza la danza?

Centro cultural Paco Urondo. Son las 7 de la tarde, todavía no dan sala. Recorro la muestra fotográfica de Teresa Pereda. Ella trabaja con la tierra, con la memoria y las raíces. Siento  la tierra que me sostiene y veo: el piso es de madera. Entre los espectadores que están esperando para ingresar a ver la obra hay dos chicos: uno se pone a estirar, el otro juega con una bola de contact. En este momento saco mi anotador y comienzo a registrar las impresiones, las huellas que se van a ir sumando, capa tras capa, en mis sensaciones, en mi cuerpo.  Estas estampas componen la antesala de la obra, estas estampas se cristalizan en mí con las palabras fotografía, tierra, contact. Palabras que me van a acompañar durante la obra,  como el polvo de luz que queda flotando en una habitación y cada tanto aparece y se lo puede ver casi hasta tocarlo. 

Nos empiezan a llamar para ingresar de a uno o de a dos. Hay misterio, expectativa. Al ingresar la luz es tenue, siento que entro en una cueva. Tierra. Una cueva húmeda. La música que acompaña es la de los sonidos de una gota al caer, un sonido constante marcando el tiempo, estirándolo, haciendo todo lento.

Hacia el fondo hay una mesa grande y sillas. Hacia el frente una instalación: una botella que, como un reloj de arena, gotea tiempo. La botella está amarrada, cuelga hacia abajo. Un fuentón de plástico blanco recibe el agua que cae de ella. Esta imagen se plasma en mí como una impresión-estampa, me hace pensar “es un lago posmoderno”. 

La sala propone dos frentes: uno claramente frontal (el público mirando hacia el fondo donde está la mesa, entre la mesa y el público se genera un espacio para que los cuerpos se encuentren) otro hacia el costado. 

Este espacio compuesto por las luces, la música y la disposición de los espectadores, es móvil. Desde que dieron sala ellos estaban ahí esperando a que llegáramos a su cueva. Los cuerpos acompañan este tiempo elástico que se desenvuelve con el sonido del agua. Los cuerpos también gotean, dan un paso, se quedan estáticos, alargan y estiran el aire  lentamente. Están con ojos cerrados. Tocan el polvo que flota en el aire. Dan un paso, se detienen, cambian de posición. Fotografía. Tierra. Cueva. Hidra.

La lentitud del movimiento es atacada por un corte abrupto, un quiebre, para luego retomar algo de ese tiempo anterior. Una musculosa blanca y un jogging gris los viste a todos por igual. Uniforme. Entrenamiento. La unidad multiplicada. 

Cierran la puerta. El comienzo dentro del comienzo, lo que ya empezó va a volver a empezar de un modo diferente. Los cuerpos se buscan, llevan sus musculosas hasta sus cabezas y se cubren con ellas, se las vuelven a bajar. Repiten acciones. Intentan sacarse la ropa, anoto: erotismo solitario. Luego arman tríos, arman dúos. Stops. Poses. Fotografía. Abren los ojos. Por momentos los veo a ellos, hacen contacto visual con el público pero algo se pierde, como si la escena y el mundo que se estaba construyendo dejara ver sus grietas. La tensión se corta y algo no empieza a fluir. ¿Con qué categorías contamos para pensar críticamente? Me viene a la boca el  orden de la afección. Siento que algo no pasa, no me afecta y ahí voy a la escucha interna de mi cuerpo para cuestionarme ¿Por qué no me afecta esto? 

Veo un trío de chicas, dan unos pasos, se abrazan, llegan a una pausa, repiten la misma acción, más pasos, dos de ellas hacen base y una realiza una inversión, parece la botella de agua que cuelga de la instalación. Me gusta la imagen y la analogía con esa botella. Se ve la preparación, la pauta. En estas repeticiones y en los encuentros entre los cuerpos hay algo que pasa desapercibido: la construcción del encuentro. Es como si los cuerpos fueran al encuentro del otro porque tienen que ir.

De pronto en el centro uno de los chicos queda solo, su cara es muy expresiva, realiza gestos que contrastan entre la risa y el llanto. Otro se acerca por detrás y se le pega. Este cuerpo empieza a ser contagiado por las huellas que el otro emana.  Acá pasa algo, esto me afecta. Luego un tercer cuerpo se les va a unir y otro también. Lo mismo va a suceder con un grupo de chicas. En ambos el mismo juego de contagiarse de los impulsos del otro. Hay escucha de los cuerpos, hay tiempo para desarrollar todo este encuentro. 

En casa voy a releer el papel que me esperaba en el asiento: “En LERNA el intento del encuentro, del progresivo fluir del individuo al colectivo, el multiplicar monstruoso y bello.” 

Voy a repasar las imágenes: la escenografía que se mueve cuando acercan las mesas y las sillas;  la chica sola llorando en el centro de unos cuerpos dados vuelta que se mimetizan con las sillas; los juegos que toman el movimiento, intensidad y energía de uno que propone y otros que se suman; el espacio poblado de euforia y llanto; los temblores y las vibraciones que se intensifican hacia el final.  

Releo y subrayo la palabra intento. Anoto: desolación. No hay multiplicidad sin unidad. Intento de multiplicidad. Contact. En Lerna hay intentos. Por momentos hay un habitar de ese ser mitológico, la Hidra, hay un colectivo monstruoso y bello. Por momentos no hay más que la cueva vacía. En la forma se logra esa monstruosidad, esa Hidra de nueve cabezas.

¿Cómo mirar y registrar a la vez? ¿Cómo mantener una escucha atenta que se impregne de las huellas-impresiones para componer desde una mirada despierta? Necesitamos categorías para que el sentir y el pensar estén atravesados por un mismo campo de afecciones.

Mirar y ser mirados. Leer y ser leídos. El sentir los atraviesa y devela al mismo tiempo.    

 

 

Este comentario fue escrito a partir de haber asistido a la función de Lerna en el Centro Cultural Paco Urondo el viernes 7 de abril de 2017.

ph. Eight sculpture ideas 1980-81 de Henry Moore.

 

Ficha técnica.

Intérpretes: José Ignacio Gacitúa Venegas, Julieta Rodríguez Grumberg, Ignacio García Lizziero, Lia Mazza, Cristian Reyes, Federico Perez Gelardi, Georgina Forconesi, Moira Maillmann, Pablo Burset

Visuales: Martina Mora  

Diseño sonoro: Fernando Tur

Asistencia de dirección: Lia Mazza, Moira Maillmann

Dirección y puesta en escena: Federico Moreno

Esta obra recibió un subsidio del Instituto para el Fomento de la Actividad de la Danza no Oficial del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. 

Cecilia Sur

Algo se fundó en la infancia: clases de danza, la escritura de un cuento. Luego vino el despliegue: estudiar Letras (UBA), expresión corporal (UNA) y ser atravesada por la danza butoh. Las herramientas críticas, teóricas y poéticas que las letras me dieron las pongo al servicio de leer y componer en la danza, reflexionando sobre el cuerpo y sus modos de resignificar el espacio-territorio que nos habita.

Me interesa pensar la danza como un despliegue potencial que tiene el cuerpo de manifestarse en el mundo y de conectar con otros mundos que nos exceden y abisman.

 

 

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