Ningún problema tan consustancial con las letras y con su modesto misterio como el que propone una traducción. (Borges, 1932).
En el principio fue la imagen, un cuerpo desnudo, inmóvil, en penumbra. Un espejo como extensión de ese cuerpo, que se muestra a sí mismo. Una estética despojada y prolija. Presencia corporal indubitable. Me interesa lo que veo.
Traducir, es inevitable. Obligadamente, se sea consciente o no, la traducción es un quehacer de los sujetos. Acción duplicada en los que miran y hacen danza. Traducir no es transliterar. Y como en toda traducción, se otorga un sentido y algo de lo original se pierde.
El texto sólo es frente el acto de la lectura, texto danzado o corporal, si se permite el deslizamiento. La lectura particular de una obra remite un punto específico de la visión. Punto real y metafórico desde dónde se compone el decir propio sobre las cosas.
Y por esas cosas que no se completan, me ha tocado ver desde un lateral… No me molestaba pero podría imaginarme cómo se vería de frente, a la vez que sabía que no podría verlo de frente. Mi atención se descentra de lo obvio, del espacio destinado a convocar la mirada del espectador como transliteración y me fuerza a cierto ejercicio de traducción.
En la lógica de un ser que se mueve con un espejo como parte de sí mismo, lo incompleto se completa en la simetría o en el reflejo. Todo parece excesivamente completo, reflejado e incluso duplicado. Este cuerpo de la escena, a pesar de su desnudez, se presenta como completo: él está ahí, él se refleja, el público se refleja y en una misma imagen uno podría ver esas tres dimensiones, incluso quizás hasta verse a si mismo. Ese ser que habita la escena parece un todo con su espejo, sin distancia entre su boca y el espejo. Un cuerpo tónico a-bocado a sostener la escena. El efecto, es un hallazgo, su valor estético es innegable, así lo revelan las fotos que pueden verse de la obra.
La distancia entre el texto y el cuerpo de la escena ¿Descompletan?
Veo el cuerpo que sostiene el espejo, veo su espalda y veo su frente reflejado, el artificio no se realiza, es un cuerpo completo. Mis ojos perciben ese trabajo de la musculatura profunda en el cuerpo del bailarín, un tono y distribución precisa que viaja desde una boca que sostiene un espejo y se extiende al resto del cuerpo como el primer soporte.
La obra me sigue interrogando por las cosas que no se completa.
En relación a la escena interpreto que se descompleta de la imagen inicial cuando deja el espejo. Un hilo de saliva se ve de la separación. Algo empieza a faltar. Algo atestigua qué cuerpo estaba en juego en esa relación con el objeto de un modo humano y viceral, que excede la imagen y que paradójicamente se sirve de una para ser expresado. Y para mí esto es un respiro. Casi como descubrir que hay un sujeto detrás del espejo, que sólo puede verse cuando se resta ese elemento, la verdadera desnudez hace su presencia en esa separación.
Termina un primer tiempo algo de la contundencia de la imagen, la intensidad del trabajo, la potencia del cuerpo, me hacía sentir que ese era un final posible.
La obra continúa con una escena más y una danza final presente, viva y a la que podrán valerle infinitos textos para infinitos lectores.
Quizás allí, es donde las cosas no se completan, en ese encuentro entre la propuesta del artista y donde mi traducción posible reclamaba el punto.
Función Jueves 3 de agosto 2017, Espacio Callejón.
Ficha técnico artística
Intérpretes: Michel Capeletti
Objetos: Michel Capeletti, Alexandre Navarro
Música: Michel Capeletti, Pablo Sotomayor
Fotografía: Fábio Alt
Diseño gráfico: Marina Camargo
Asistencia general: Tatiana Da Rosa, Federico Moreno
Producción: Adauany Zimovski
Dirección: Michel Capeletti
CITA- Borges, 1932 Fuente: Las versiones Homéricas, in Discusión