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Martes, 01 Octubre 2013 18:14

Decir lo evanescente

Escrito por Victoria Alcala

 

El cielo cayéndose a pedazos. Oigo en la sala de “Dinamo” el tintineo de las gotas que desde afuera golpean sobre la chapa del techo. Adentro, la construcción de la escena. La sala está a media luz, apenas se escucha la ficción de un viento sonando, templado. La bailarina se sumerge sutil y paulatinamente en la búsqueda de la materia. Constancia, insistencia e intensidad, pequeños gestos que de a poco se vuelcan hacia la acción física. Un cuerpo semi quebrado comienza a modificar su estar íntimo y cotidiano. Dedos, metatarso, talón arman un caminar a latigazos. 

La obra “Lo que queda” interpretada por Lucía Toker me impregnó de imágenes. Un solo construido en un pequeño formato fue suficiente para colmar mi imaginación de sensaciones varias ocurridas en un tiempo orgánico, suspendido y dilatado. Recuerdo las pisadas de un cuerpo potente  y capaz de desvanecerse en una calidad lenta y frágil. La danza es acontecimiento.

Ahora me encuentro escribiendo sobre lo que muchas veces en danza -y en poesía- se identifica como indecible. ¿Cómo hablar de la vivencia de una obra breve, colmada de detalles, construida a partir del valor de lo efímero y danzante? Lo no dicho es una experiencia que está más allá de toda convención social y de toda forma de expresión. Intento recuperar en estas palabras lo implícito de una escena habitada. Aquello indecible es, lo que la filosofía esencialista ha reconocido como el lugar misterioso del lenguaje. También lo que precisamente Juan Ramón Jiménez había definido como “lo que queda”, la esencia poética. Una resonancia implícita y aparente es lo que impregnó de vitalidad el suceso fugaz de este movimiento.

Entre una danza sucedida como acontecimiento azaroso y contingente y el intento de captar, aprehender y recuperar una vivencia pasada como espectadora, encuentro la paradoja de esta escritura. Mi trazo, queriendo entender el “más allá” de la danza, hacer sobre esta huella la memoria del acto de quien danza y del acto de quien escribe. Mi trazo, queriendo traer en este comentario repleto de emociones un “más acá” del cuerpo que baila, que escribe, que dice y que rebalsa para ausentarse.  

Una performance repleta de energías variadas: lo aplomado y lo liviano, lo caído y lo recuperado, la ruptura y la continuidad, la figura y la sombra, lo que cambia y lo que permanece. La danza es acontecimiento. El cuerpo es el residuo de todas esas tensiones. Se electrifican las plantas de los pies y se modifica el caminar; se retuerce el plexo y se disloca su forma de respirar; la bailarina cambia de lugar, se electrocutan sutilmente las palmas de las manos, su peso cae, el cuerpo es un vaivén y también un espiral. El cuerpo estalla, eléctrico y ecléctico, lo indecible se vuelve inasible. Lepecki: ya estamos listos para la dramaturgia, la danza es acontecimiento, la danza es la pausa que falta. Tensión, lo celebro.

El movimiento paulatinamente desaparece. Todo se ha transformado. Fragilidad, instante, lo inasible. Distensión. El cuerpo quebrado retumba en lo evanescente. La bailarina desaparece y tengo todavía conmigo su temporalidad frágil, intensa y lenta. Intento retener más imágenes pero poco a poco se disuelven. Termina la función, y con lo que permanece sólo veo el rocío sobre la calle, me queda por rememorar el contacto de los pies descalzos disolviéndose contra el piso. 

Un texto para: Lo que queda // dirigida por: Paz Ladrón de Guevara

Comentario construido a partir de la función realizada en el marco de Ciclo Vértice, Buenos Aires, Septiembre 2014.

Ficha técnica: Idea: Paz Ladrón De Guevara / Performers: Lucia toker /  Asistencia técnica: Mayra Árenzon /  Dirección: Paz Ladrón De Guevara.