En estas líneas te cuento que ando un poco desbordada, derramada, yéndome por los pliegues y hendijas, por los surcos que se encuentran más allá de los bordes de mi piel, de mi corporalidad y de mi sombra. En el momento en que estoy reescribiendo esta carta, siento el esternón un poco apretado, contenido, casi como si quisiera abrirse. Siento, también, una leve presión, como si con una mano interna intentara asirlo firmemente para que no se escape, para que no se desborde aún más. ¿Cuántas cosas a la vez puede un cuerpo? No sé con exactitud cómo estoy haciendo lo que estoy haciendo. Y me gusta muchísimo no saberlo. Me gusta habitar la duda. Sin embargo, a veces creo que necesitaría saberlo a la perfección para que el desborde no sea arrasador. En esa incerteza intento pararme sobre una estructura firme que yo misma invento o creo que lo hago. Me gusta dejarme llevar. Abrazar, acariciar, hablar cerca, leer mucho y poco. Dosis de lecturas no letales, pero tan necesarias, vitales. ¿Debería en estas líneas darme un consejo a…