Una Luz puntual, subiendo de a poco su intensidad, anuncia el comienzo de la obra, dejándonos ver a la intérprete. Estática, parada cual si fuera una estatua. Inevitable no pensar en El David, e igualmente inevitable que no se me (nos) dibuje una sonrisa en algún lugar de mí (nuestra) presencia allí. La interprete-estatua lleva un vestido que es un tejido que durante el ser- estatua, y a través de alguna fuerza invisible, empieza a ser destejido. La quietud y el movimiento constante y veloz de ese destejer- se nos involucra, sin preguntarnos y de lleno, afectivamente con lo que extrañada -mente ahí sucede. A la vez, la intérprete -estatua en su rostro denota la expresión de quien está mostrando un poquito de su alma. Leticia baila a Leticia, sombras multiplicadas, cuerpos que se despliegan, apariencias, apariciones. Si bien hay una sola intérprete esta obra es habitada por la singular multiplicidad de ellas. En la construcción coreográfica, contrastes y oposiciones entran en juego, en juegos, a veces de niños. Movimientos cotidianos, de soledad, de fuerza, de “yo puedo” arriba, en…