Nos encontramos y nos llamamos amigas. No nos conocíamos mucho, quizás no más que los dedos de dos manos cuentan nuestros encuentros, quizás, nunca contamos ni los 8 de una coreografía. Pero si de títulos se trata, la amistad nos sentó muy bien. Estábamos esperando para entrar a ver la obra y nos contamos un par de historias. Casi confidentes, entramos expectantes y con la descarga y la liviandad de un encuentro amable y sin prisa. Exponer y descomponer las situaciones de una vida más o menos singular, con altibajos y matices, desde las palabras y junto a los objetos que las re-viven, las re-crean, las re-activan, es una de las estrategias coreográficas predominantes de “Recordar…”. Una obra-encuentro-fiesta-confesión que sigue, permanece, se repite, se re-elabora a cada segundo y así ni evoluciona, ni involuciona, sólo deviene en un movimiento incesante, sin jerarquías, sin objetivo, sin éxito. La obra de un perdedor. En escena, acompaña a la bailarina perdedora, un operador, bailarín, intérprete que “hace” de hacer lo que hace, o mejor dicho no representa su hacer, sino que “lo hace”.…