Grande es el gusto de escribir sobre esta pieza chilena que se presentó en Argentina el año pasado. Grande, porque además de que soy chileno-argentina, esta pieza pone de relieve un tema delicado: lo “político” en la danza. Entendido lo político como la intervención social a través del arte, o como toda acción que involucre una reflexión histórica, la danza aparece en su rasgo más determinante: el cuerpo. A modo de guía, a lo largo de la pieza una voz en off o la proyección de textos en una pantalla, dan cuenta de la voz del autor: sus dudas, lo que descartó, lo que veremos. Entonces, por medio de esta primera persona somos partícipes de diversas escenas que mixturan danza, diferentes registros de video, citas a otras obras, entre otras. Este entramado discursivo deja expuesta la pregunta por la cita, por el arte y por la danza. En un logrado efecto coreográfico se nos hace evidente el ejercicio de reflexión en torno al contexto en el que es producida la pieza (es decir Chile). En un momento, escuchamos “el cuerpo…