Imprimir esta página
Miércoles, 07 Diciembre 2022 12:58

SOCORRO. Mujer al agua

Escrito por

EXTERIOR - DÍA.

Arrastre constante de las reposeras de un lado al otro del espacio. Arrastre constante de los cuerpos de un lado al otro del espacio. Como si fueran focas, se sumergen por debajo de la lámina de agua durante unos minutos y vuelven a salir por el extremo opuesto del espacio. Las personas más pequeñas en cambio, chapotean durante horas y horas interminables, oscureciendo el agua con su presencia. De ahí se desprende una de mis acciones principales: corroborar que las cabezas estén fuera del agua. Las vías aéreas, despejadas.

PLANO GENERAL - Verano y muchísimo sol. Una lámina de agua de 45 x 20 metros de extensión, un paredón turquesa al fondo. Cuatro duchas inmediatamente delante del fondo, dos en el centro, dos a la izquierda. Todo esto rodeado por un solar y muy poca sombra. Algunas sombrillas grises repartidas por el espacio y cientos de reposeras de plástico blanco.

Esto podría ser el inicio de una reconocida película argentina rodada en la provincia de Salta. Podrían pasar una serie de eventos pantanosos, con personajes siniestros, decadentes, humildes y miserables a la vez. Podría también ser un drama de los sesentas, de vínculos amorosos al estilo “nouvelle vague”. Podría ser una comedia del conurbano bonaerense. Imagino todas las relaciones posibles entre esos cuerpos que ya perdieron toda la vergüenza de la calle y se desploman a tomar sol en tetas (hombres y mujeres con tetas). 

Desde que me mudé a esta península me dedico a varias otras cosas. Las vueltas y las necesidades de la vida me han convertido en socorrista (guardavidas, en mi país natal). Si hablamos de contemplación, el socorrismo se trata de eso: el oficio de observar patrones de comportamiento. El trabajo consiste en observar, observar y luego… observar más. Detectar cuándo el flujo de movimiento se interrumpe y toma direcciones adversas. Reposar la mirada en la repetición de patrones, en acciones predecibles, en interacciones inevitables. Me recuerda mucho a la tarea de la asistente de dirección. Como si fuera un ensayo larguísimo, de ocho horas por día.

Mi cuerpo se detiene en un letargo de alerta pasivo, en el mantra de la mínima acción que está esperando a todo momento que haya un error. Espero que en la repetición haya una catástrofe. Y los cuerpos no caen, ni se ahogan, ni improvisan, ni imaginan. Pero miro atenta, imagino que esos cuerpos se estabilizan en algo falso o roto. La normalidad, que es tan débil y tan frágil.

Ejercito la capacidad de mantenerme atenta a todo lo que desfila por la pileta, cuerpos mojados, casi desnudos, tan propensos a que les pase alguna cosa, pero que siempre hacen lo mismo. Mientras tanto, aprendo a mirar un paisaje: anticiparme a las acciones, a mirar sin ver, a perderme en los detalles, a usar la mirada periférica. Imagino que esa escena monótona se desintegra a través de pequeños errores.

Comentario escrito a partir de la experiencia de haber trabajado todo un verano de guardavidas en una pileta municipal de Barcelona.

 

 

Julia de la Torre

Soy bailarina, coreógrafa e investigadora. Nací y viví casi toda mi vida en Buenos Aires. Viajé bastante. Transito la creación escénica participando como asistente de dirección, performer, coreógrafa y directora, e incluso activa y sistemáticamente como estudiante y espectadora. 

Egresé de la UNA (Licenciatura en Composición Coreográfica), hice un Máster en Práctica Escénica y Cultura Visual en España (U. Castilla-La Mancha y Museo Reina Sofía) y también estudié en México y Cuba.