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Domingo, 26 Junio 2016 18:37

Con-vivencia 12/24 -Segunda . En Documentos. Seminario Santiago Gobernori por Macarena Trigo

Escrito por Macarena Trigo

"No siempre se tienen a mano canguros para improvisar". *

Un texto para "En busca del accidente", dictado por Santiago Gobernori.

Hace unos meses vi Satori, de Julieta Vallina, en el Brío Teatro. Esa tarde lluviosa de domingo estaba allá Catalina Lescano conversando con Nayla Pose de sus ideas para un festival de seminarios, este: 12/ 24. Me dijeron que estuviera pendiente y lo hice. Cuando apareció en facebook la grilla de rock stars elegidos como docentes y las diferentes propuestas de cada uno, me impresionó el conjunto. La concepción de un entrenamiento escénico con algunos de los mejores artistas que tenemos, esos a los que vemos producir sin parar, los mismos que tantas veces nos inspiran con su trabajo, suena idílico.  Ojo con lo que deseas. A los pocos días me invitaron a participar colaborando en el  registro de algunos seminarios. Un modo distinto y pautado de llevarle el apunte a la experiencia. Condición irrevocable: no podía ir como oyente, había que participar de la propuesta. No lo pensé mucho para no asustarme y acepté.

Unos días antes del seminario de Gobernori me reúno con Lescano deseando escuchar novedades sobre el éxito rotundo del proyecto, pero la coyuntura política y económica modifica el horizonte de expectativas cada vez más rápido. Las inscripciones no llovieron como se hubiera esperado. Hay muchos motivos: la propuesta es exigente, implica un compromiso de continuidad - los encuentros se realizan de lunes a viernes durante cuatro horas - hay que acomodar la vida a ese ritmo y, hoy por hoy, quienes aún tienen la suerte de trabajar, no pueden alivianar su carga horaria. El miedo no hace concesiones. Por otro lado, cuándo no, la plata. Lo urgente devora lo importante y lo urgente, aunque cueste creerlo, es pagar la luz, el gas, el agua... Lescano me cuenta que se angustiaron con los primeros números. Involucrar a semejante cuerpo docente y que los objetivos no se logren, siembra infinitas inquietudes. No solo en relación a lo sociopolítico, también en lo que al entendimiento de la creación se refiere.

El festival de seminarios no es un rejunte de talleres para principiantes, las propuestas perfilan hacia un encuentro productivo de intercambio de lenguajes entre artistas, lo que implica una cesión de las herramientas conocidas para aproximarse a otro modo de hacer las cosas. Quizá ese desafío también (nos) bloquea, (nos) paraliza. Yo misma leí varias veces las propuestas de cada taller y en algunos me negaba a imaginarme. "No, no, no, danza, no", censuraba mi severa institutriz interior.

¿Qué se hizo ante la impertinente bofetada de la realidad que se empeña en descuadrar los ideales con las matemáticas? ¿Se impuso la lógica del mercado? ¿La ley de la oferta y la demanda barrió los talleres con menos anotados? ¿El festival hizo agua? Para nada. Imperó el entendimiento de este quehacer como una necesidad. Hoy, como siempre pero más que nunca en los últimos años, hay que juntarse, seguir haciendo, construyendo fuera del sistema, dando batalla con lo que mejor sabemos hacer. Hay que ganar visibilidad, no ceder nuestro capital simbólico. 12/24 surge de la unión de creadores, no es hijo de ningún subsidio, rinde cuentas solo ante sus organizadores. No se puede perder plata pero sabemos que, siempre que merece la pena, se puede no ganar. Podemos no hacer un mango y sin embargo capitalizar valores: experiencia, desarrollo, desafío, vínculos, entrega, intercambio, ideas y quizá proyectos que nazcan de estas semillas.

Confiando en eso, depositando ahí la fe y las certezas adquiridas en años de gestionar Fábrica Perú, un espacio que sobrevive al margen de casi todo, la coordinación del festival y los docentes involucrados, siguen adelante. Lescano es muy clara: "que no se caiga nadie, corremos de la mano juntos".

Salgo de esa charla con la cabeza tan revuelta como el estómago. Llovizna en Buenos Aire y, una vez más, parece ser el único lugar del mundo donde puedo estar. O ser.

**

Conozco a Santiago Gobernori como actor y, más que nada, por su dupla con Matías Feldman en Defensores de Bravard. No sé cómo laburan pero lo que vi en ese espacio me pareció interesante y honesto. Una experimentación constante sobre los bordes, conceptos tensionados que al estimularse no solo corren a los actores de la comodidad, también al público se le interroga sobre su presencia y desempeño en el hecho escénico.

Su propuesta se titula "En busca del accidente" y acudo porque creo saber a qué se refiere pero quiero saber cómo lo asimila. Me hace gracia la paradoja de salir a buscar algo que siempre evitamos: el accidente.

Durante los cinco días compartidos integramos ejercicios sencillos, dinámicos y divertidos, destinados a destrabar nada más y nada menos que nuestro modo de pensar y producir discurso. Hay un interés fiero en desarticular la lógica del lenguaje para que no resulte un lastre. ¿Cómo se logra el prodigio? Cuesta. Pero por momentos aparece. De repente largamos una frase improvisada, un enunciado que tiene todo de texto automático y que haría que cualquier surrealista nos besara. Me sorprendo hablando sin parar sobre veganos, costumbres de países nórdicos y gente que no sabe lo que quiere. No hay relato ni interés en producirlo.

Acá y allá comienzan a resonar imágenes que nacen de trabalenguas, de rimas, de estados físicos y expresivos que se elevan a su máxima potencia. O se reducen. Somos unos títeres a los que se les sube y baja el volumen a capricho. La intensidad, la gestualidad, el tono, la repetición, la acción... Todo se convierte en forma y en disparador.

Terminamos por confiar en esas nuevas sinapsis y aprendemos a reconocer el valor intuitivo en las formas que aparecen al observar a los otros. La presencia, la proyección y las fugas de energía no detectadas.

Hablamos de la "fisura". Ese punto indeterminado e indeterminable donde de repente una situación absurda se abre hacia un lugar posible donde la teatralidad podría darse, donde la dramaturgia podría generar un conflicto.

"Crear mundo" es otra expresión que va y viene. Salir de lo inmediato, de la obviedad, y dejar que la improvisación se nutra con referencias rotundas que nos permiten anclarnos de forma inmediata en los distintos roles de Tío Vania, Electra o Hamlet, por ejemplo. Pero también situaciones cotidianas donde la entrada y salida de los personajes es la única pauta dada para que comiencen a suceder todo tipo de cosas que desafían la lógica narrativa y que nos muestran que la argamasa de la creación escénica es mucho más dúctil y maleable de lo que nos atrevemos a considerar.

Pienso en los trabalenguas, en la rima, en la necesidad de imágenes renovadas. Me digo que soy poeta, pero que mi capacidad de escritura no me sirvió para nada en estos días. Me digo que hacía mucho que no me sometía a un entrenamiento ajeno. Me digo que no fue terrible. Lo disfruté aunque por momentos me defendiera, me resistiera... Me digo que solo fueron cinco días, no hace falta que me dé un caño por no ser la actriz que deseo. Invoco a Kartun, por millonesíma vez en el año, "uno es el poeta que puede, no el que quiere".

Me pregunto cómo hacemos, cómo hacen los otros para seguir entrenando, creciendo, moldeando sin aburrirse, sin encauzar el río demasiado. No es fácil. Pienso en la potencialidad de los actores y actrices con las que trabajé esta semana. Tan distintos y rotundos. El milagro de un arte donde todos tenemos algo único que modifica al otro. En el escenario y en la platea. Nos olvidamos de eso a menudo. ¿Nos escondemos de nosotros mismos? ¿O solo nos acostumbramos?

Pienso en el eterno tallerista, en ese rol del que tanto cuesta deshacerse, y justo terminamos el encuentro hablando sobre el entrenamiento creativo en cualquier disciplina. Una necesidad que no pasa solo por un perfeccionamiento técnico pero que requiere constantes actualizaciones. Hay mucho para hacer en soledad, mucho nutriente a nuestro alcance. Nadie puede leer por nosotros, ni escribir por nosotros, ni ver cine, llevarnos a museos, abrirnos el ojo, los oídos, educar el paladar para sabores desconocidos.

El teatro demanda encuentro, no existe sin otros. Hay que ejercitar un entendimiento y una escucha hacia los miedos y necesidades de todos, nos turnamos en las ciclotimias que reconocemos, convivimos con las mismas pulsiones y certezas, sin embargo, cada uno de nosotros tamiza distinto su experiencia. Se me ocurre que el entrenamiento, cuando la formación cesa como imperativo, cuando finalmente nos atrevemos a decir "soy actor", "soy actriz" - aunque mis facturas las pague otro laburo alimenticio - , se instala, se corre al ámbito de producción de obra. Cada nuevo trabajo debiera desafiarnos, demostrarnos que es muy poco lo aprendido, alimentar un deseo de más, de otra cosa, de algo que no sabremos nunca qué es.

Gobernori nos recordó que nuestro poder demiúrgico no es todopoderoso. Ni tan siquiera es serio, ordenado o coherente. No lo necesita. La dramaturgia puede intervenir sobre personajes habitados por estados extremos y el relato aprenderá a fluir sin la preocupación de aclararnos lo que cuenta. Lo importante es no saber. Y aprender a trabajar desde el vacío.

Aunque estas no son las únicas conclusiones posibles de estos días, son las que terminan llegando a este breve registro.

Nos animo a todos a formar parte de este festival de formación, a seguirnos la pista más de cerca. La realidad puede contarse de infinitas maneras y nosotros seremos los responsables de darle forma. Viendo cómo viene la mano, más vale que la tarea nos encuentre aceitaditos.

* Santiago Gobernori.

Este texto fue realizado a partir de la propuesta “En busca del accidente" dentro de la plataforma DOCE VEINTICUATRO realizado la semana DOS de Junio de 2016 en el marco de la asociación entre Segunda y Doce Veinticuatro.

Registro Fotográfico:  Guadalupe Arriegue y Tasio Rossi

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