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Lunes, 08 Mayo 2023 19:00

La Fabricación de Refugios Móviles

Cómo citar este artículo.

Landeta Maria (2023) La Fabricación de Refugios Móviles. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 8 de Mayo.

He sido performer, directora escénica y profesora en talleres de movimiento y de alimentos fermentados. En la ciudad de Buenos Aires, donde viví desde entre el 2016 y el 2020, profundicé mis estudios en danza y performance.

Me dedico a investigar posibles contaminaciones entre los modos de existencia de los microorganismos y las formas de vida en disidencia con la heteronormatividad, cruzando los campos del arte y la fermentación. Esta obsesión de mundos ha devenido en el trabajo de traducción de prácticas fermentativas de alimentos al campo simbólico y, al revés, la comprensión de un plano simbólico y relacional de las prácticas que median nuestra alimentación. 

El presente texto se coagula en relación al evento del lanzamiento del libro Perder la cara de Marie Bardet, entre las primeras lecturas que le dí. Y toma forma durante los ensayos que tuvimos junto con val flores en la boca y Francis Rosso para la preparación de la performance para el día de su lanzamiento en la casa de flores de #Yonofui.

Dejarse caer

Hundo, hendida, dormida, mordida, mareada, morada. Una mordida firme y dócil, en la hendidura del descanso, ¿los recuerdos que llegan cuando vuelvo de visita y me acuesto a dormir una siesta en lugares que han sido refugios reflorecen también en la memoria de las fibras vegetales del lugar?

Solo me puedo dejar caer en este texto sostenida por la decisión ambiental de revisitar lo que ha sido una figuración móvil, un agujero que me acompaña en la insistencia de cuidar un anonimato desde los rincones entre una soledad rigurosamente cuidada y un dejarme acompañar. 

Hundida en el descanso prohibido vuelvo a sentir mis dolores crónicos. Durmiendo la siesta de visita en este antiguo refugio, que ni anterior, ni posterior, se actualiza en un nuevo abrazo con el que siento la certeza móvil de que hay dónde caer, me afirmo en el mareo como operación aromática que borronee la distancia presente de la cercanía. Me dejo caer agitada por el saliveo agrío de no reclamarle a nadie la responsabilidad de sostener mi peso en la tierra. Olfateo la degradación ácida de mi masa que fermenta mientras articulo una flexibilidad que sostenga mi estructura. Hundida en la paradoja adormecida de una autonomía en inter-dependencia escupo figuras torcidas entre  el espacio doméstico, la cocina de las cosas, el detrás de la calle, y los procesos fermentativos  como un refugio nutricio de la auto-degradación. Nadando entre líquidos ácidos que  oxidan los discursos identitarios, ¿cómo pudrirla toda retomando estrategias de saberes domésticos?, ¿cómo desmantelar las verdades de la psiquiatría que impone Yo(s)  súper firmes, productivos e independientes? ¿es el emprendedurismo un torniquete giratorio con el que se evade el terror, el terror de aceptar la dependencia que revela saber vivir en in-dependencia? 

¿De qué operaciones nos hacemos para abrir la escucha al ritmo de las alucinaciones im.posibles dejando residuo del entramado en el que resuenan las voces con las que pensamos y dejamos huellas como pistas hechas con migas de masa húmeda entre lecturas secreta(nte)s que provocan cultivos esporádicos, cultivos de esporas de otrxs cuerpxs también im.posibles?

Sostengo la intuición de una relación entre la vibración como un posible modo de sacar la voz y de escuchar. De correr la voz, de que se corra la voz y que circulen las resonancias de la escucha. Un posible modo de enunciación vibratoria para aquellxs que abrazamos la inestabilidad de un Yo incómodo con el imperativo mayúsculo. Un yo con la piel rota por la dilatación de los poros, o dicho de otro modo, un lugar (d)enunciante para quienes reconocemos la necesidad de buscar formas autónomas de dependencia, formas de aparecer junto con otras voces para aquellxs que abrazamos la inestabilidad de unxs yo(s) con la piel rota por la dilatación de poros a veces inflexibles, a veces hiperlaxos.

Pluralidad de voces minúsculas de cuerpos-ambientes inestables proliferando otrxs cuerpos-ambientes que en múltiples degradaciones se hacen de delicadas membranas, graduaciones de acideces que no obedecen a las jerarquías entre objetos, sujetos, animales y voces singulares vibratorias en resonancia entre las que estamos pensando. Cuerpos-ambientes vibrátiles desde donde sacar la voz. Fragilidad rotunda emancipadora de vidas mínimas.

Una(s) escucha(s) dilatada(s). Una dilatación en sentido de expansión flexible de los poros de la piel y lubricación de las mucosas bucales y genitales provocadas por una calentura. Una excitación ya sea por rabia o erotismo. Conju(ro)go a la palabra dilatación aquí y ahora, extirpándole el sentido de dilación en tanto aplazamiento negligente ante la urgencia de otrx. Así, la fabricación de refugios aún desdibujados en esta escritura se con-forma en (y con) la urgencia de la dilatación erógena de una escucha contaminada entre resonancias ambientales, que no busca ningún tipo de consenso. Escucha/dilatación proliferante de imaginarios, referencias, figuras aliadxs al deseo de decolonización, al grito ahogado de una vida invivible sin una comunidad que amase a modo de un masajeatorio público (1), ese único modo de vida impuesto que asfixia las versiones minoritarias de la norma, esas corporalidades desplazadas, extemporáneas o no previsibles que habitan temporalidades heterogéneas y discontinuas. 

Mientras escribo pienso en el trabajo de desarticulación que la industria alimentaria hace de la semilla y su germen. Trabajo estratégico que genera subproductos frígidos, desprovistos de la capacidad de proliferar vidas incipientes que es la potencia de una germinación. Desde una mirada antropocéntrica la explicación puede apoyarse en la capacidad que tiene el organismo humano de metabolizar una semilla cuando ésta tiene el germen y su fibra. La fibra, es el folículo que recubre la semilla que con sus aminoácidos ayuda a la degradación del almidón. El almidón, es un carbohidrato vegetal difícil de ser degradado. El germen, es la potencia de vida que se metaboliza en la duración del contacto con la fibra, con el almidón, con la humedad, con la luz, con el aire. Degradando bordes en el contacto excitado entre sus partes y con el ambiente. Entonces, ¿cómo degradar la ausencia del germen vital? ¿cómo hacerlo sin ánimos súper adaptativos que nos devuelven a la misma matriz atomizada?, ¿cómo degradar los bordes de la identidad rígida de los cuerpos, de la separación del arte y la vida, de la sexualidad y la cocina?

Descomponer las unidades del yo llevando la atención hacia los apenas gérmenes de los que estamos hechas, hacia los microorganismos que viven en el aire, en la piel, entre las fibras, hacia las unidades ambientales vibrátiles, zonas umbrales donde apoyar las voces que insisten en agujerear esas verdades públicas científico-tecnológicas que tienden al fortalecimiento de los sistemas de defensa concebidos como membranas individuales e impermeables que propician un cuidado de la piel que la embalsama de productos derivados del petróleo, el trigo o la soja. Monocultivos que hacen de la dilatación cutánea una exposición peligrosa con la que se va componiendo la retórica de la higiene diaria. Ducha y productos de limpieza como terapia de fortalecimiento de una individualidad protegida y segura. Mono operación de la construcción de un deber-ser higiénico fortalecido por cuidados individuales y una impermeabilización ambiental que sentencia a la construcción del yo a obedecer al imperativo agotador de la autosuficiencia y el peso de la autonomía ficcional y sentencia a la sociedad a la separación de lo personal y lo común. 

¿Cómo quedarnos a respirar una degradación múltiple y mutante, tan mínima que los esfuerzos parecen imperceptibles, que sus vaivenes hacia la inclinación se orientan dejándose caer y todo cuerpo ambiente por instantes pueden olfatear una calma? ¿Será posible que los esfuerzos de la intuición se inclinen así, al arrojo de lo desconocido, a la percepción de degradaciones reposadas de cuerpos-ambientes, dependientes de compañías donde apoyar el peso? Peso apoyado de costado en el umbral de la cocina mientras a ojos cerrados vamos siendo movidas por conversaciones con otrxs cuerpos-ambientes y sus múltiples excitaciones. 

Apoyada en el umbral entre la cocina y las prácticas artísticas

Las diferentes cocinas por las que paso en mis estadías transitorias entre casas de amigxs que me a.cojen cuando no he sabido dónde/cómo más dejarme caer, sus muros porosos han sabido ser resistencias a las estrategias violentas de la era del Lysoform. Estrategias de desamparo económico material con que el modo de vida estandarizado presiona nuestras vidas, nuestras roturas en un afán de sutura cosmética, exfoliadora de vidas grasas, vidas negras, vidas viejas, vidas mínimas. En la era del Lysoform, el exterminio del 99,9% de las bacterias a la vez que despoja las superficies de todo cuerpo-ambiente invisible e invisibilizadx, conceptualiza los criterios de pureza que masacran toda vida no rotulada dentro de los estándares de funcionalidad productiva, racialidad, clase, género y especie. 

Invado de frascos las cocinas, con líquidos y sedimentos, tesoritos que aparecen en nuestras cenas y estorban en la practicidad y limpieza del cotidiano. Dejo caer el peso de mi costado apoyada en el umbral entre las prácticas fermentativas de transformación de lo indigerible en alimento y mis prácticas vitales creativas, un poco de escritura, un poco de puestas performáticas, un poco de activismo alimentario, un poco de tallerista. Muchas notas, sesiones terapéuticas entre amigxs. Toda inacabada. Percibo cómo mi atención se vuelve y me devuelve hacia las prácticas fermentativas domésticas. 

Con mi peso en el umbral entre la cocina y las prácticas artísticas que amplifican la duración microscópica de procesos proliferantes con sexualidades múltiples con las que retomar e inventar saberes de mutuo cuidado mientras se manifiesta una dependencia brutal a escala mínima entre todxs quienes participamos. Mis prácticas fermentativas me devuelven constantemente a la domesticidad y pienso entre frascos en las distintas temporalidades simultáneas de una vida nómada fermentativa ¿cómo puedo quedarme a reposar sin soltar la percepción de los movimientos y sus multidireccionalidades?

Invoco un sedentarismo nómada que nos permita reposar juntxs. Reposos que hacen aparecer refugios, refugios con reservas húmedas, un plato de polenta, un recipiente, un contenedor. Refugios con reservas donde quedarnos conversando con la pudrición. Palitos, hojas de eucaliptus, reutilización de las plagas, ingenio de la supervivencia tramando saberes de mutuo cuidado con la potencia de articular autonomías descomponiendo una dependencia ambiental rotunda. Lugares de reposo-refugio que contengan reservas sin caer en paranoias apocalípticas. No hablo de construir bunkers ni llenar despensas subterráneas con insumos, tampoco de cerrar los pasos del agua para tener cuando no haya, hablo de refugios con reservas que conversen con situaciones liminales mientras se potencian degradándose en ellas. La imagen del refugio en la montaña donde quien anda de paso deja unas ramitas y una polenta húmeda para quien va a llegar sedientx y cansadx, necesitando de almidón y de temperatura tibia para descomponerlo. 

 

De la fabricación de refugios móviles

¿Cómo validar una permanencia comprometida con la fugitividad? Una permanencia, que no es la del contrato que le impone a la compañía la expectativa de tener que sostener el peso de la dependencia, de la ficción de la completitud y la falta en la que se construye esa supuesta unidad del yo y la exigencia de la estabilidad como base para un compromiso.

¿Cómo esquivar el peso de la dependencia sin caer en el individualismo ni en la soledad desamparada que desconoce la inter-dependencia y la compañía ambiental de esas otras presencias con las que nos (des)componemos?

Una dependencia que articula el apoyo de su peso, ya sea de costadito sobre la tierra, boca abajo, con el culo al aire, penetrada, penetrando, sostenida agujereando el asentamiento que, de pronto de a poco y sistematizadamente, fueron ambiente y fibra de mi vida. De mi infancia que me reverbera mientras voy buscando apoyos, alianzas fugitivas entre corporalidades desplazadas, vidas microscópicas mínimas, invisibles e invisibilizadas. 

La vida sostenida en la ficción de la estabilidad como contrato que enmarca la renuncia de eroticidades desbordadas en pequeños fragmentos de fibras ácidas lamidas x otras lenguas que están, estando en una autonomía que depende de la nutrición de la fibra a flor de piel. Refugios movientes que nos fabricamos entre amistades mutualistas.

Usurpo el descanso prohibido, en una siesta (in)interrumpida por espasmos musculares que pulsan la fijación del miedo en las facias ante la amenaza internalizada del no júbilo. entre esos espasmos me hundo.(2)

Posada en este pasado presente al que invoco en el tránsito fugaz por un espacio tiempo que ha sido refugio pandémico, usurpo el descanso prohibido en el que me hundo dejándome tocar y conduciendo mi atención hacia los bordes del contacto, hacia esas partecitas que crecen y se degradan entre las plantas y con los microorganismos del ambiente, en el aire, en las superficies, en la piel, entre mis fibras ¿podemos asumir la líbido como componente trans.amante con otras formas de existencia, vegetales, animales, no humanas?

Hundida en esa degradación orgiástica de microorganismos y células que se descomponen mientras me degrado en esta estancia transitoria donde la temperatura de las otras existencias con las que estoy estando hacen torcer la piel rajando la impermeabilidad petrolífera (perfume que fija la separación entre el cuerpo y el ambiente. entre yo y yos), degradando voces vegetales.

En ese encuentro hundido entre decisiones ambientales que se articulan en la visita de este refugio que fue y está siendo el acá desde donde voy pensando, borde, piel, fibra de una interioridad extenuada por el desamparo de la sobrevivencia individual, al que vuelvo con el culo por delante, con la disposición hundida, erotizada, caliente, cansada, dejada, sin envoltorio, me dejo caer.(3) 

Me encuentro aquí entre la sexualidad y la cocina, con un imperativo conceptual que debiese desplegar, siendo rigurosa con mi interés investigativo de la transformación de lo indigerible en alimento. Un mandato de los modos de investigación que esquivo haciendo algunas piruetas ante mis espasmos musculares que insinúan una posible parálisis apanicante ante la imposición de una organización que de antemano organice esta investigación. vibraciones temblorosas que dejan un delicado halo por el que sostengo la orientación hacía mi eroticidad escritural, no sin el terror inmovilizante del imperativo de que mi rigor al escribir se juega en comenzar exponiendo(me). Una tesis a priori de las prácticas domésticas de pudrición y la proliferación de otras vidas jugosas de sexualidades ácidas.(4)

Me resisto a des.erotizar los recovecos por donde descansa mi interés, voy haciendo nudos, por los rincones donde paso, por los apoyos que encuentro haciendo lugar a desentrañar el deseo de pudrirla toda, sin desconocer los saberes macerados en los contenedores de la vida cotidiana. Hurgando entre fibras que excitan mis manos y apaciguan. 

La tensión nerviosa en la que me paralizo por el miedo de un andar fugitivo de apoyos legales, jurídicos, hospitalarios, sanguíneos con los que me corro. Chorrea entonces un pasado, presente que puede. Haciendo brotar la musicalidad de las lágrimas desviadas por las nuevas cicatrices de la piel, las que no estaban en el paso anterior a esta vuelta a volver.

Y con ellas baila la insistencia, volver a volver sin anudar el asentamiento y en compañía de la auto-descomposición como compromiso ambiental. 

 


 

NOTAS

(1) Silvio Lang, texto para el proceso de investigación de Intimidad de lo común, en el marco del programa de residencias TRANSDUCCIONES, 2021. 

(2) Siesta en casa de flor, en mi primera vuelta a volver luego de haberme ido de ahí comienzos de la pandemia para viajar a chile en un vuelo de repatriación por motivos de amancia, donde vivíamos rosa, flor y yo a comienzos de la pandemia. Fue el hogar que me a.cogió junto con frascos y sedimentos. Dejé muchos restos de mi vida allá mis objetos.existencias compañeras que han estado guardadas y desperdigadas al estilo de flor como tesoritos con los que se encuentra quien va de visita. 

(3) En casa de valentín, amigx, compañerx director musical de todas las creaciones escénicas de ORGIE. Me encontré tb en ese viaje con mis cosas. compañeras re partidas entre casas de amigxs que las albergaron cuando tuve que desarmar mi casa o barquito como le bauticé en San Telmo en marzo 2019 al iniciar la pandemia.

(4)Logro poner palabra a mi miedo espasmódico acompañada del prólogo del manifiesto contrasexual de Paul B. Preciado, que me encuentro en la mesita de luz en casa de mi amigx Juli, en el mismo viaje de vuelta a buenos aires. 2021.

*Ilustración de la portada de Aníbal Bley en el marco de Punto pasaje, residencia abierta junto con Dominique Ratton en Centro Cultural de España, Stgo. de Chile 2022.

TEXTOS de REFERENCIA

- Marie Bardet val flores, tríptico: MODOS DEL AHUECAR/SE.

- Paul B. Preciado, Manifiesto contrasexual.

- Silvio Lang, texto para el proceso de investigación de intimidad de lo común, en el marco del programa de residencias TRANSDUCCIONES, 2021.

- val flores, Romper el corazón del mundo.

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