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Sábado, 22 Abril 2023 14:49

Columna no es corbata

 

Llegué a la clase con miedo a llegar tarde y a no poder moverme entre lo que imaginaba que serían acróbatas bailarinas. Está imagen limitante, esta idea confusa inicial de que a las danzantes les gusta saltar y moverse rápido todo el tiempo, son altaneras y no me quieren. Si. Mi imaginario no siempre juega a favor de la experiencia. ¿Alguien más se siente limitado por su imaginario? Con todas estas cosas activas en la mente, me sentí “nada disponible”, salvo un recuerdo propulsor. Muchas veces mi discurso interno habla en contra de la transformación y otra parte de mi, habla a favor de rescatar belleza de la memoria. A esta parte vamos a llamarla ella. Ella se deja mover, sabe bajar la guardia, dejar la dureza y renovar la capacidad de asombro. Ella quiere seguir viviendo.

En el salón, ella y yo fuimos al piso. Gruñendo la falta de plasticidad, sintiendo pesados los talones, cargando algunos kilos de angustia. Eugenia guiaba la exploración. Su voz viajaba calma, segura, a veces no tanto. Yo creía escuchar alguna pregunta entre sus silencios, una pregunta de Eugenia hacia Eugenia “¿por dónde sigue mi explorando mi voz?”. Tal vez nuevamente imagino cosas. O estaba pasando algo más en el salón. Su voz acompañaba el fluir interno de mi observación psicofísica. Suavemente apareció un espacio en mi forma de pensar. Por permitirme escuchar a alguien más, los prejuicios se adormecen y entro en otro carril de la consciencia. Cambio de foco, diría otra maestra mía. Palabras que me inspiraron en otro tiempo, vuelven conmigo. Mi presente recordando. Dejamos el piso. Voy, vamos al movimiento en el espacio, me doy la posibilidad de hacerle preguntas a mi forma. 

La parte “sana” de mí (ella) y yo, la voz de Eugenia y de Jose, las chicas en el salón. Con las preguntas de la espalda, al cuaderno, al piso, a la verticalidad, al piso. ¿Cómo fue el recorrido? Releo el cuaderno de notas, tengo la pregunta: ¿cómo estoy? Entonces hablo del lugar, de mis ganas y no ganas, de la embarazada de rulos, del deseo de entender, me pregunto por qué comí cereales y qué hay después de la muerte. ¿Qué hago acá? Escribí intenciones también. Tres. Uno, dos, tres. Escribí ideas alrededor de mi columna. La exploración escrita fue guiada por Jose. ¿Cómo pienso la columna?, ¿cómo pienso en mi columna? Usábamos la escritura como herramienta de observación.

Este ir y volver de la danza a la escritura, de la escritura a la danza, de forma consciente, dando atención a cómo doy atención, habilitó un nuevo espacio en mi misma, más calmo y respirable. Este nuevo lugar, transitado ya, conocido, reconocido y desconocido, relajó la tensión de mis prejuiciosos músculos. Era menos lo necesario para estar ahí. Este hallazgo, "tal vez es menos" me dijo alguien días después, me da esperanzas y ganas de volver. Ganas de contarles a todxs que hay posibilidades concretas de crear nuevos mundos. Bailar en el salón, es una de ellas.

No sólo escribimos, danzamos, escribimos. También dibujé algunas líneas pensando en mi columna, apareció algo que no esperaba pero estuvo siempre ahí. Aunque ni ella ni yo lo habíamos decidido ¡dibujé una corbata! La columna que había imaginado parecía eso. El papel delataba una versión mía. Tengo problemas con la formalidad y miedo al ridículo. Ese día me había propuesto respirar mejor. Intención primera, cumplida. ¿Qué le pasaría a un ejecutivo no bailante en este taller?, ¿a algún político con problemas digestivos? ¿A alguien que imaginó su columna en línea recta toda su vida? ¿cómo se insertan las imágenes entre las vértebras?

Moverse en un lugar desconocido es incómodo. ¿Qué les pasaría a todes los que estén seguros de donde están, quienes son, cómo es el mundo, hacia dónde van? ¿qué les pasaría con el asombro de la novedad? ¿qué nos pasa cuando nos dejamos tocar por preguntas? ¿cuándo habilitamos otra manera de estar ahí?

¿Desde qué lugares nutrimos el diálogo con nostrxs mismos? ¿Podemos direccionar el imaginario para ir a favor de la danzavida? ¿somos autores de lo que somos o nos arrasa el mar de los prejuicios? 

Recuerdo que al principio de la práctica, me sentí bastante pesada. Tuve un deseo en movimiento al evocar momentos con otra velocidad y oxígeno. Pensé, ¡quiero volver a bailar! Quiero bailar bien lejos de las ideas torcidas de la estética fruncida que todavía me constituye, quería bailar con menos prejuicios y me recordé pequeña. El imaginario a favor.

Entonces sí, ella se desplegó. Con la decisión de nutrir el espacio interno y el vínculo conmigo alrededor, sucedió lo imposible. Tal vez es la enseñanza más importante que me deja la danza nutrida de buenas manos y pies. Si direccionamos el deseo, pasan cosas, cambian las úlceras y las vísceras. Escribo ingenua y alegre otra vez, siento el fruto de la danza para el mundo en mi vientre: la carne escucha. Quiere ser escuchada también. 

Con el despliegue y el aire renovado, algo cambió en mi configuración interna y se hizo más liviano mi cuerpo en el espacio. La danza, el Feldenkrais, Alexander, la escritura, me brindan un campo de entrenamiento de la observación interesante para el autoconocimiento. Estás prácticas amplían el panorama mental, me cambian el mapa, me dan ganas de hacer preguntas todos los días. Las necesito todos los días, ¿por qué no lo logro? ¿Desde qué ideas me estoy moviendo ahora? ¿A través de qué conceptos pensamos el peso de lo que pensamos? La impresión que quiero dejar en los demás, ¿me inspira o me aplasta? ¿Cómo están tus talones? ¿Se puede construir identidad desde un lugar más blando y verdadero? Pausa y dilatación. Mejor dejar la pretensión de conocimiento absoluto. Un rato al menos. Descansar.

Aunque insisto. ¿Por qué no alcanza el testimonio para transformarlo todo? ¿por qué no alcanza que diga “yo me curé bailando” para que todxs salgan a bailar? ¿Por qué es tan escurridizo lo revolucionario? Parece dejar de existir cuando atravieso la puerta inflacionaria. Escribo ahora para recordar y porque recuerdo y quiero volver siempre a construir memoria desde la parte sana, desde ella.  Es necesidad vital. Más allá de los condicionamientos y el no reconocimiento, voy a tener que volver al salón y bailar, ejercitar el plan de operaciones para que gobierne ella, la que quiere seguir viviendo.

La posibilidad de registro del cómo estoy en diálogo con la percepción, sensaciones, ideas, la dirección de la intención, la perseverancia. Eso existe. El trabajo con el campo atencional viene siendo posible y renovador en danza, en escritura, en danza. Volví a darme tiempo para estar donde estaba. El diálogo con la situación conmigo entre las otras me alivió. Dejé el pozo para subirme a la intención de liberarme. Leo las notas otra vez y renuevo curiosidad, me ablando, respiro mejor. Una, dos, tres intenciones vividas.

Gracias bellas maestras por darme la posibilidad de darme un rato de paz y repensar el diálogo interno con el que nutro mi cuerpo. Lo repito. Gracias.

 

Texto hijo del taller de Josefina Zuain y Eugenia Estévez. Danza y Escritura. Vivido concretamente el 30 y 31 de enero del 2023, en un salón de la calle Fraga. Amplio, con piso de madera, baño pequeño. Vivido mentalmente, antes y después. 

 

Publicado en En palabras

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