Lo que es no necesariamente es lo que está, como cosa o bulto. Un anhelo, una añoranza o un temor, por ejemplo, se localizan, son, a manera de realidad imaginaria, en la mente de quien los evoca, de quien los traza para sí, de una u otra manera. Lo que es, para ser, no necesita conclusión: un comienzo y un fin determinados. Sin duda hubo una era donde la unidad era un sentido imaginable, quizá deseable, pero después, por ejemplo, de Hiroshima, ya no cabe asegurar ninguna solidez. Lo que es, es, por tanto, siendo; haciéndose. “La danza: imagen de creación continua”, pensó Waldeen en su momento, porque ella –una de las abuelas de la escena coreográfica contemporánea en México-, pertenecía al espíritu de las revoluciones de principios del XX. Así, el cambio, la impermanencia, la vicisitud, la peripecia, inestabilidad o difusión son atributos que definen la postura epistemológica en el origen de las artes. Nietzsche, sin duda, fue el profeta y apóstol del resquebrajamiento. Pero Rimbaud se convirtió en su rapsoda con Genio: “Es el afecto y el presente,…