Si pienso en tus ojos y en mis ojos ahora mismo, leyendo estas líneas, podría asegurar que su funcionamiento orgánico es casi idéntico, pero… ¿podría afirmar que estamos viendo lo mismo? El particular modo en que cada uno de nosotros ve, toca, escucha, huele o saborea el mundo está íntimamente conectado con el sistema de significaciones que ha aprehendido y en el que está inmerso; su sistema social y cultural. Es así como a pesar de tener la misma anatomía fónica o visual, coexisten diferentes dialectos en un mismo territorio o incluso sociedades que distinguen más colores que otras. Gracias a la cultura y al cuerpo jugando juntos, como sistemas interconectados, es que nuestra particular forma de habitar el mundo se hace carne. En palabras de Le Breton “La naturaleza del hombre se realiza en la cultura que lo acoge” [1] y la forma en la que lo hace es experimentando el mundo a través del cuerpo. Un cuerpo colmado de huellas y singularidades, un cuerpo colmado de historia. Como menciona Clarissa P. Estés: “El cuerpo utiliza la piel, las…