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Lunes, 04 Septiembre 2023 17:21

Todo es cuestión de saber cómo y cuándo enderezar las rodillas

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Córdoba Camelia (2023) Todo es cuestión de saber cómo y cuándo enderezar las rodillas. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 8 de Agosto.

 

Este texto reúne las reflexiones leídas durante la presentación del libro titulado Salón de Baile Palacio Errázuriz Alvear. Aproximaciones al espacio desde la danza. El evento de lanzamiento de este material de estudio fue celebrado en Febrero de 2023 en el Museo Nacional de Arte Decorativo. Buenos Aires, Argentina.

El libro reúne los materiales producidos a lo largo de una investigación en formato de laboratorio de escritura coordinado por Josefina Zuain, durante 2020 y 2021. Los materiales resultantes abordan desde el estilo arquitectónico del salón de baile, a su archivo fotográfico, cartas, hipótesis de uso, referencias de activaciones anteriores del espacio, las diferentes tarjetas de invitación encontradas en los archivos, junto a manuales del buen danzar de diferentes épocas, desde el siglo XV al XVIII.

La investigación colectiva partió de la pregunta: ¿qué patrimonios producen las prácticas de movimiento? ¿Qué sucede (y qué podemos hacer que suceda) entre la danza y el patrimonio? 

Salón de baile Palacio Errázuriz Alvear. Aproximaciones al espacio desde la danza incluye textos de Ana Elisa Schürmann, Ana Soledad Biagi, Camelia Córdoba, Carolina Ramírez, Claudia Igaz, Claudia Mel, Daniela Isabel Ortiz, Diego Enrique, Emilia Pujadas, Florencia Rocco, Grisel Alboniga, Inés Diaz Saubidet, Jezabel Amin, Maité Galarza, Malena Albarracin, María Paz Imán, Marina Julieta Amestoy, Mercy Tatiana Arias, Nadia Palma Schlaps, Naiara Verdun, Rocío García Brangeri y Vanessa De La O.

Este proyecto fue uno de los ganadores de la edición 2020 de Activar Patrimonio, un programa de becas de la Secretaría de Patrimonio Cultural (Ministerio de Cultura de la Nación), que busca fomentar el desarrollo de proyectos artísticos y de investigación a partir de los fondos y las colecciones de los museos e institutos nacionales. 

 

 


Una vez colocado el cuerpo en la forma que se ha indicado, estará pronto para ejecutar lo que se requiera, pues esta es la posición que se adopta ya sea para caminar, hacer una reverencia o bailar. Es de mucha utilidad el saber cómo caminar correctamente, pues de ello depende lo que es el primer requisito de la danza, esto es, un buen porte. Por esta razón ruego al lector que preste atención al fácil método que voy a describir, que se compone enteramente de movimientos naturales (...) Al regular los movimientos del cuerpo y al fijar las posiciones adecuadas, la danza agrega gracia a los dones que la naturaleza nos ha deparado. Y si no llega a eliminar por completo los defectos con que hemos nacido, por lo menos los mitiga o disimula. Este solo ejemplo es suficiente para explicar su utilidad y para fomentar el deseo de adquirir destreza en este arte. Se me dirá luego que debe poseerse una gran aptitud para poder llegar a bailar bien. Estoy de acuerdo, pero la buena voluntad hará adelantar a los menos dotados, y agregaré que tales personas pueden llegar a bailar bastante bien sin tener ninguna aptitud, pues bailar no consiste más que en saber cómo doblar y enderezar las rodillas a su debido tiempo. (1) 


Mi nombre es Camelia Córdoba, soy bailarina, coreógrafa y docente. El fragmento que acabo de leer corresponde a El Maestro de danza, del autor francés Rameau, un tratado sobre las técnicas de baile en el siglo XVIII, publicado por primera vez en París en el año 1725, el capítulo se titula De la manera de caminar bien. Durante el proceso de investigación que resultó en la edición del libro que presentamos hoy, 2 de febrero del 2023, fueron varios de estos documentos, muchos de ellos con notaciones encriptadas sobre maneras de ejecutar una danza cortesana, los materiales para nuestra investigación. 

Llegué a este proyecto por una convocatoria que difunde Josefina Zuain en redes sociales. Una de las primeras propuestas que ella nos invita a pensar/escribir es un texto en relación a la imagen de un manuscrito anónimo del siglo XV, Las Reglas del Danzar. Para comenzar con esta primera escritura, las indicaciones de Josefina fueron tan precisas como tentadoras: “ ¡escriban lo que quieran, intenten lo que quieran, sean libres!”.

La imagen sobre la que teníamos que generar estos intentos parecía contener indicaciones en un español lejano y antiguo. De los imaginarios que me despertó este manuscrito misterioso nace el texto que leeré a continuación. Se filtraron también algunas impresiones provenientes del libro Recordando escrito y firmado por Matías Errazuriz, una especie de diario personal nostálgico y Rococò que escribe Don Matías al momento de vender el Palacio al Estado Nacional Argentino, quien lo transforma desde aquel momento hasta el dia de hoy en el Museo Nacional de Arte Decorativo.

Este proyecto y este equipo de trabajo significaron un reencuentro con la escritura, algo que no practicaba hacía mucho tiempo, que no bailaba hacía mucho tiempo; y en relación a esto último no es casual que este reencuentro esté íntimamente relacionado con el estudio de un espacio como es el Salón de baile y con las danzas y encuentros sociales que en él se llevaban a cabo, pues los encuentros para mí siempre estuvieron vinculados a la danza, a los bailes y a las pasiones alegres que ellos despiertan.

 


Tu pie izquierdo (2) 

Si tu pie izquierdo se une con mi pie derecho nos caemos. Plié, plié, rond de jambe, rond de jamb... Voy girando y veo, entre luces de colores, tu rostro del lado opuesto al mío. Entiendo que este baile solo cobra sentido si te acercas, me tomas de la mano y me sacas a bailar. Y yo en esta terraza, bailando sola. Este vestido de tul bordado que se vuela por los aires. Un vestido regalado por mi amiga, que fue herencia de su tía. He visto una fotografía en la que está usándolo mientras sostiene a mi amiga en brazos. Lo mejor para coronar esta herencia de ropaje, es que cruces el salón con tu hermoso y sensible porte, que extiendas tu mano hacia mí y me saques a bailar. Como en esa escena de Anna Karenina (3), donde Kitty le dice a Lyovin que sus palabras no significan “un nunca” sino un “por ahora no”. Doy vueltas y pienso que quizás hoy podré flotar, con este vestido, en este baile, entre tus brazos. Quizás hoy pueda ver tu mano extendida, girando en el aire, acercándose a la mía e invitándome a bailar. Estoy decidida, mi cuerpo se ancla en el precipitado evento en el cual nuestras manos se encuentran. Evidentemente mi sentir no se corresponde con tus dudas y tu falta de decisión, pero no hay apremio y puedo esperar, porque cuando te decidas ya no habrá vuelta atrás. La espera es eterna pero excitante.

Mientras tanto, las manos me tiemblan y me sudan. Pienso cuánto tiempo tardarán en secarse y busco entre mis referencias mentales algún tipo de dato sobre sudores y palpitaciones producto de la ansiedad ante el incipiente encuentro con otro cuerpo. Calculo el tiempo que te estás tomando para decidir cruzar el salón y el tiempo de secado de la epidermis y ¡Oh! Dios, sólo espero que los cálculos sean precisos. De lo contrario, la única alternativa será salir corriendo cuando vea que te acercas a mí, cavar una fosa en el jardín, al lado de la fuente de los cisnes, a la derecha de los geranios en flor, enterrarme viva y notar cómo lentamente me hundo en ansiedad y letargo.

Ahora entiendo la funcionalidad de este jardín, su tierra húmeda gracias a los constantes riegos lo han convertido en un espacio siempre disponible. Estamos bailando, yo de este lado del salón y vos del otro, entre capas amorfas que giran sin cesar.

El tibor de porcelana china a la entrada del salón se impone y me intimida. La fatalidad del principio de gravedad en los objetos es fascinante. La escena de El sacrificio de la rosa (4) parece cristalizar mi estado de notoria alteración. Luego me percato de que no hay tal distancia ya que cerca, entre los metros que separan el fondo de la superficie, puedo divisar tus pies moviéndose. Imagino tus zapatos hundiéndose en la tierra húmeda que está cayendo ante mis ojos, mientras recuerdo la voz de mi madre narrando los aciertos y desaciertos al momento de construir este jardín en el que caminó Anna Pavlova sintiéndose un cisne más. Mientras te miro bailar, te pienso tomando la mano de Kitty (me pregunto por qué viene a mí la escena de esa horrenda adaptación al cine) y entiendo que no es que haya una única posibilidad, sino que hay que saber cuándo llega para no dejarla escapar. “Tarde”, escucho. “Tarde, ridícula y estúpida aprendiz de bailarina”.

Siento tu mirada de reojo, tu sonrisa complaciente, el aire bordeando el contorno de mi cuerpo, las manos irritadas y el presente inabarcable liquidándose entre mis dedos. Siento el suave perfume de los geranios irritándome, el insoportable atardecer acariciando mis piernas, la tierra llovida, los cipreses a la espera alegre de mi inevitable finitud.


NOTAS

(1) Rameau P (1725) El maestro de danza. Ediciones Centurión. 

(2) Zuain, Josefina (Comp.) (2022) Salon de Baile Palacio Errázuriz Alvear. Acercamientos al espacio desde la danza. Buenos Aires: 2DA En Papel EDITORA.

(3) Rose Bernard (1997)

(4) Fragonard Jean Honoré (1775-1780)

 

 

Camelia Córdoba

Nací en marzo de 1988 en Buenos Aires, soy bailarina, coreógrafa y docente. Escribo esta bio y me percato de que ya no le temo tanto a las identidades. Estudié dos años de filosofía en la UBA, una semana dirección de cine y veintiseis años danza. Siempre bailé y siempre escribí, pensé que eran disciplinas incompatibles, desde hace un tiempo vengo notando que pasa algo entre ellas, creo que se están queriendo a escondidas, leyendo a escondidas. 

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