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Domingo, 11 Octubre 2020 11:34

¿Qué? De Isadora

Escrito por Diana Rogovsky

Mercurio, el de los pies alados, leve y aéreo, hábil y ágil, adaptable y desenvuelto, establece las relaciones de los dioses entre sí y de los dioses y los hombres, entre las leyes universales y los casos individuales, entre las fuerzas de la naturaleza y las formas de la cultura, entre todos los objetos del mundo y entre todos los sujetos pensantes. En la sabiduría antigua, en la que el microcosmos y el macrocosmos se reflejan (...), el estatuto de Mercurio es el más indefinido y oscilante. Pero, según la opinión más difundida, el temperamento influido por Mercurio, inclinado a los intercambios, a los comercios, a la habilidad, se contrapone al temperamento influido por Saturno, melancólico, contemplativo, solitario.

Ítalo Calvino

 

 

La danza de los siete velos

 

Tengo en mis manos el libro Leer Danza(ndo), traducción salvaje de Autorxs Varixs.  La tapa muestra una célebre fotografía de Isadora Duncan envuelta en una túnica con los brazos en alto, casi un daguerrotipo con una hoja de papel vegetal que la réplica y recubre, y unos trazos a lápiz grueso que la intervienen. El libro toma un texto de Gertrude Stein y lo traduce. Se trata de una edición bilingüe con dibujos, grafismos, varias versiones posibles de traducción y comentarios realizados por varias autoras a doble columna. Stein escribe relacionando aquella que danza (Isadora) con aquella que escribe (Stein). A partir de su escritura, que es ardua de leer por los extensos párrafos casi sin comas y la repetición de palabras que se incorporan en una construcción de sentido compleja, se asume una interrogación acerca de la quietud y la movilidad, la identidad de lo uno y lo múltiple, el ser y el existir, y otros problemas de este tenor.

Entre estas cuestiones, sin embargo, emerge de a poco una que es central. ¿Cómo vincularse con el pasado, con las fundaciones míticas de las artes y los relatos que hemos escuchado una y otra vez? Suele haber una idealización que colabora en la configuración de una épica o lírica: cuanto más sufrimiento, lucha y tragedia, mejor. Pero hay épocas y contextos que favorecen la aparición de ciertos afectos en detrimento de otros. Se los valora y considera fuente del hacer. No nos sorprende entonces que el romanticismo sublime al dolor y que, por eso mismo, también lo necesite. Distinto es vivir, pensar en términos de invención o elección. Miramos el crepúsculo y miramos la salida del sol y, como el movimiento del mar, son eventos que se suceden el uno al otro. A la vez, la misma historia puede ser leída de modos distintos según el punto de vista.

 

Arte y vida

 

Volviendo al texto de Stein, es propio del Modernismo el cuestionamiento, el intento de transformación del medio. En este caso: la escritura. En aras de resolver los problemas de significado que el arte se planteaba (ahora y entonces), Isadora vuelve como un fantasma. Pero, ¿por qué hablar de Isadora Duncan hoy, acá, entre nosotros? ¿Qué de ella merece actualizarse y echarse a rodar de nuevo? Hay pocos libros de danza que no sean de corte académico o periodístico y uno de ellos es Mi vida, escrito por la misma Isadora y publicado en 1927. Allí narra su infancia próxima al mar, su deseo temprano por danzar, sus primeras actividades dando clases con sus hermanos en la casa materna, donde al piano se escuchaba a Mozart, Schumann, Beethoven... 

También están sus fuertes críticas a la danza clásica de entonces, sus enamoramientos de hombres ricos y pobres, su viaje a Rusia cuando se casa con el poeta Serguei Yesenin. La vida de Isadora es cualquier cosa menos aburrida. Ella no tiene pelos en la lengua, es apasionada, desafiante, cuestionadora y orgullosa. Intenta revolucionar la danza, inspirada en la contemplación del arte griego antiguo, bailando semidesnuda, descalza y con el cabello suelto en jardines. Utiliza al plexo solar como centro del cuerpo y su columna vertebral ondulante. Intenta vivir una vida en la que las pautas morales asociadas al matrimonio burgués o religioso no tengan la menor cabida.

El trabajo artístico de Duncan contrasta con el ballet que usa zapatillas de punta, tutú y maquillajes artificiosos, busca lo etéreo. Isadora, por el contrario, dice que ella se vincula con la naturaleza. Baila sola sinfonías completas de los grandes compositores románticos y posrománticos. Baila borracha en bares envolviendose en las banderas nacionales de los países que visita en sus giras. Se hospeda en grandes hoteles que no puede pagar, decide rodearse de mujeres y hombres millonarios para financiar sus trabajos. Viaja a Grecia y conoce el Partenón. Declara constantemente sus pensamientos, polemizando y siendo políticamente incorrecta. En 1913 entierra a sus dos hijos, ahogados en el río Sena. 

1927, Isadora muere en Niza a los cincuenta años, ahorcada con su chalina de seda que se enreda en las ruedas del auto italiano descapotable en el que viajaba. Se discute si era un auto de lujo o no. Al parecer, salía con un amante.

 

Isadora no deja una escuela ni una pedagogía sistemática, pero sí deja un halo en el que se mezclan caprichos, intuiciones, altibajos económicos, tragedia y una potencia arrolladora, tanto para el hacer como para autorizarse a destruir lo que la precede. De su danza sólo hay filmados seis segundos, el resto no son más que relatos y numerosas fotografías de una mujer hermosa. No obstante, la influencia de su figura es muy grande, muchos coreógrafos se inspiraron en ella y muchas jóvenes estudiantes de danza leyeron su libro. Hay algo de ese ímpetu estadounidense de entonces que también transmite un espíritu fundacional, semejante al del poeta Walt Whitman. Se puede barajar y dar de nuevo, parece decirnos.

Fragmento de un texto en proceso. 

Ph. La Convi

 

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