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Domingo, 13 Junio 2021 14:42

Yo creí en el arte

Escrito por

A marie, por las risas entre intentos. 

Luego de realizar 15 intentos de carga de un formulario para aplicar a una Ley de Mecenazgo que no apoya lo que anuncia, es decir, no prioriza al sector privado, es decir, terceros, es decir, artistas, es decir, mis amigos y yo... Son las 3 a.m. Ctrl+v, Ctrl+c, Ctrl+v, Ctrl+c, Ctrl+v, Ctrl+c, Ctrl+v, Ctrl+c, infinita cantidad de veces. Cargar los archivos: 30-40-55-69-87-99-100% cargado. Multiplicado por diez formularios, multiplicado por veinte intentos, siempre el mismo error: Error Nro. 2788945.

Habré enviado alrededor de diez mails de pedido de ayuda. "Siga intentando". Es como cuando de niña compraba un chocolate que tenía una raspadita y siempre siempre siempre siempre: "seguí participando". 

Seguí participando, mi autobullying para todo. Cuando no me dan bola, no me sale la beca, cuando no hay nadie en función, cuando los libros no se venden, cuando nadie me lee.

Pago anualmente dinero a Google. Lo que inicialmente eran 20 dólares que equivalían a 160 pesos argentinos, ¡un regalo, por tener un disco rígido de alcance planetario! No voy a hacer la tabla completa, pero esos mismos 20 dólares que le sigo pagando a Google este año significaron 4.200 pesos argentinos. Diferencias a considerar, necesidades necesarias: aceptar pago.

Pago para poder tener todos los archivos, siempre a mano, ¡siempre lista! Como me enseñaron también a decir y sonreír siendo Niña Guía en la Catedral de Bahía Blanca. Tres dedos para arriba, el dedo gordo sobre el chiquito, cruzado por la palma, derecha-sonriente, mano en alto, a los gritos ¡Siempre lista! 

Siempre lista y totalmente promiscua. Tengo el Drive lleno de archivos de otros. Lleno es lleno. De algunas personas hicimos de dos Drive un solo Drive, es porn(o)gráfico, lo sabemos. Lo tengo lleno de contraseñas apuntadas. Contraseñas de bancos, contraseñas de plataformas digitales, contraseñas de mis amigas, contraseñas del myspace, del fotolog, de facebook, de blogspot. Los tiempos se mezclan en el cubilete de las contraseñas. 

Intento número 16 con Mecenazgo, mientras tanto, entro con el usuario de mi amiga a cargarle su aplicación al Fondo Nacional de las Artes que también cierra esta semana. Cierra hoy y ella hoy no llega. Si sale la beca la repartimos para trabajar juntas. Ya trabajamos juntas y la beca no va a salir.

La programadora de esta misma web, la cual pago hace once años, Nick todos los años y Hosting cada dos, página web a la cual tienen acceso más de quince personas, tiene mi código de la AFIP hace una década. Para poder aprobar el Nick todos los años, una vez que está pagado el Hosting. 

Mi computadora tiene tres tarjetas de crédito cargadas, una de Argentina, otra de España, la tercera es italiana. La argentina está vencida y no la puedo renovar. Tengo tres DNI, uno vencido, un Pasaporte, una Carta de Identitá, código fiscal, CUIT, CUIL, cuatro direcciones postales, cinco números de teléfono, mi wapp reúne cerca de 5000 contactos. La última vez que extraje mi agenda de Gmail sumaba exactamente 9.873 personas. 

Gestionar esos contactos sale 66€ al mes (en pesos no te la calculo porque me suicido), tengo 4 plataformas de gestión de mailings, una mia, una del espacio que coordino, otra de segunda, otra de marie, la del festival que colaboré en Francia, la de la librería, aaa, no… tengo más de 4.

Todas las contraseñas están en las casillas. Es como el cronopio pequeñito que e encuentra parado frente a la puerta de su casa. Su casa en la calle, la puerta en la casa, el cuarto adentro de la casa y, allí, sobre la mesa de luz se encuentra la llave de la puerta de casa frente a la que se encuentra parado el cronopio pequeñito. 

Las contraseñas para entrar al mail, a las 10 casillas de mail que gestiono y que están todas redirigidas a la mía personal, están cargadas en la computadora y apuntadas en varios archivos del Drive de cada una de las cuentas, las copias las tengo en un word que guardo en el escritorio de la computadora, a la cual para entrar tengo una contraseña que se actualiza cada tres meses. En cada casilla hay más contraseñas compartidas. 

Cada vez que entra un nuevo miembro al equipo (de lo que sea, no importa aclarar) envio un mail con el siguiente asunto: “bienvenido! Acá te comparto todos los pass"

Links, a links, a links. 

Mi Drive: mis links. Si pongo CV en el buscador puedo encontrar el CV de hasta gente que no conozco. No sé nombrar los archivos. Así que luego no los encuentro. Creo que habrá unas 50 planillas de Excel que se llaman "inscripción". Cada una guardada en la carpeta que corresponde a la actividad a la cual estoy (estaba) inscribiendo gente: "Workshop de escritura, enero 2014", "Laboratorio de escritura urbana, 2015", "Taller MAC 2009", "curso en casa", "verano, seminarios", "jornadas a la gorra". Clasifico: Interesados, anotados, pagos, no pagó, no pagará. Total + porcentaje si lo hubiera. Luego les mando a todos todo. Al final, no hay diferencia. 

Todos los años abro una carpeta que se llama “textos 2019”, “textos 2018”, “textos 2017”, y ahí está y no está lo que escribo ese año. Los textos quedan en "Seminario de Teoría crítica", "doctorado", "segunda", "cartas a los artistas", “proyecto libro”, “no olvidar, este mes”... 

Son las 4 a.m. ya, hice dos intentos más mientras chateo con un tipo que me gusta pero que por supuesto no me da bola. Me hago la regia, “si, si, trabajando hasta tarde tengo una entrega urgente". ¡Jua! 

Al otro día me levanto, intento una vez más, dormí pésimo, me duele la espalda y como estaba muerta de cansancio falté a clase de danza por tercera semana consecutiva, me arden las caderas. Por supuesto, hasta las 4 a.m. todo lo que hubo fue silla, birra y pucho, para barrenar las olas de bytes.

En mi casilla de mail tengo una carpeta que se llama “a. pendientes importantes”, que no tengo la menor idea de qué tiene porque nunca la abrí. Archivar pendientes importantes debe haber sido el sumum de mi locura. Todo está rodeado de pendientes, aunque la verdad es que no es importante verdaderamente nada. Es deleuziano, pero mis actuales no están rodeados de virtuales, están rodeados de pendientes, a cada actual le corresponde una nube incierta de pendientes. No hay objeto puramente actual. Todo actual se rodea de una niebla de imágenes pendientes. 

Mientras "trabajo" aprovecho para trabajar un poco más. Mando mails, reviso unos textos que tenía pendientes, respondo más mails, organizo una reunión, me gusta, me gusta, me gusta, compartir, aprovecho mi chat con este tipo y actualizo mi foto de portada, semidesnuda, me veo sensual, pienso "ahora si se va a rendir" y nada.

Mañana tengo el deadline de Prodanza, pasado mañana cierra el Metropolitano, en un mes la aplicación a Becas de doctorado que ya intenté 7 años consecutivos… ¡¡CONICET!!! Si ellos supieran que una insiste tanto, ¿no creen que debería haber un mérito? Al décimo año de que la pedis y te la deniegan, la beca debería ser tuya (o sea, mía). 

Mi agenda se va convirtiendo en una serie infinita de deadlines, a los que llegar. No vivo el tiempo como un presente, sino como un videojuego. Es como en ese nivel en el que Mario Bross avanzaba y la pantalla se iba moviendo detrás de él, o caminás (corrés más bien…) o te morfa la pared por la espalda. Me acuerdo que me gustaba cada tanto gastar unas vidas en ir corriendo al encuentro de la pared amenazante, mi pequeño gesto revolucionario. 

Al tercer gesto revolucionario: Game Over. 

Algo tiene que cambiar. Corro hacia la pared, me estrello. Sigo sin ser becaria del prestigiosísimo CONICET y TAD aún no funciona. Me obligaron, pienso, llegué a tener una manera de trabajar que fue la que me obligaron. Pero miro a mi alrededor y estoy sola. Es la lógica viral misma, algo tiene que cambiar. 

¿En qué se parece esto a hacer arte? Creo que me iba mejor con Mario Bross.

Me parece que no sólo no tiene nada que ver, sino que además mis prácticas siempre terminan en segundo plano, en décimo plano. La vida después. Hoy tengo que hacer una apuesta por la cual todas mis actividades serán postergadas. Incluso eso, específicamente, siento que hacer aplicaciones es como apostar y tengo entendido que las casas de juego existen no porque hacen rica a la gente. 

Me parece extraño que no sospechemos un poco más de estos mecanismos de trabajo. Yo los utilizo, aunque tuve la sensación muchas veces de que los mecanismos me utilizaban a mi. Es decir, ¿a CONICET le viene bien, de alguna manera que yo durante una década intente obtener una miserable beca de doctorado? Si le sirve, ¿cuál es mi recompensa? Si no le sirve, ¿cómo va a regular este frenesí? A Mecenazgo, ¿le sirve de alguna manera que yo todos los años presente proyectos que no se ejecutan porque no encuentro forma de articular con una empresa? Si le sirve, ¿cuál es mi recompensa? Si no le sirve, ¿por qué lo promueve? 

¿Qué lugar les queda a nuestras prácticas ante la dinámica de burocracias infinitas a la que nos estamos sometiendo de forma colectiva?

Una vez en una clase, una chica de 20 años, con un arranque de enojo me gritó: "pero es que los artistas tenemos que poder vivir del arte"... ¿Qué imagen es esa? ¿Qué hipótesis es esa? ¿De dónde salió? ¿Para dónde va?

En ese momento le conté de una poeta argentina que en tiempos de dictadura salía en camisón a la noche a escribir en las paredes de su barrio. Ella quería escribir poesía, no sólo no iba a ser publicada, sino que además, era conveniente que nadie supiera que "seguía siendo" escritora. Entonces se disfrazaba de sonámbula y escribía sus líneas en las calles, vestida en camisón. La operación es poderosísima, porque es un acto de independencia, autonomía y libertad aterradores. Yo no sé porqué la idea de autónomos en el arte se aplica a especificidad y pureza del medio, a la profesionalización y burocracia del hacer. Me siento secretaria ad honorem de mí misma. 

¿Qué momento de la historia de la humanidad tomamos como modelo cuando luchamos porque el estado "regule" y "promocione" nuestras actividades como artistas autónomos? ¿Por qué y para qué? ¿Cuántas veces estás dispuesta a aplicar a CONICET?

Si el problema que tenemos es que tenemos un costo de vida altísimo montado sobre una pésima calidad general de todo, una falta total de comodidades y tiempos para estar y ser, para desplegarnos en topografías que no necesariamente están vinculadas a lo productivo y comercializable. ¿Por qué pediríamos al estado que se encargue de nosotros en esto también? 

Entiendo que todos tenemos que analizar de qué y cómo vivimos. Y entiendo que en un mundo brutalmente regido por el dinero que se gasta, se gasta, se gasta, la necesidad es una sola: tener dinero. Para comer, para alquilar una casa, para estudiar, para vestir, para tener wifi en casa, para pagarle a Google, para la suscripción a Netflix, para el viaje a Europa, para ir al teatro, para renovar las botas, para las clases de yoga, para un nuevo pantalón de entrenamiento, para el diseñador que me va a armar un flyer que me va a permitir llenarme de alumnos y tener plata para pagar todo lo que tengo que pagar. 

Éste perro no se corre la cola, ¡se la come! 

El arte no fue siempre así. ¡¡Los artistas no fuimos siempre así!!

Claro que para poder ser artista es necesario contar con ciertas condiciones básicas porque, por más mal que pueda sonar lo voy a decir, ser artista es una condición de elevación del espíritu. Pero qué es lo básico y necesario y qué implica elevar el espíritu, son preguntas que debemos hacernos y que ojalá podamos responder por separado, de formas diferentes y sin intenciones de homologar en un "los artistas necesitamos". Quizás incluso, esa autodefinición a partir de la pertenencia a un grupo que se define a sí mismo por sus integrantes y las acciones que los mismos consideran meritorias y dignas de llamarse tales, es parte del error. 

Tuve varios momentos, sigo teniéndolos a veces, en donde sentí que paso de vivir "con" el arte a imaginar que podría vivir "del" arte. Son tiempos en que me frustro. Tiempos en que siento que no hago nada, que el día a día es miserable, que la felicidad llegará al final del cuento: un príncipe con una Beca de Doctorado, todo para mí.

Pero, lo aprendí en la Bella y la Bestia, cuando esté besando a una bestia porque me resigné o me atrajo con locura (esta opción es mucho más probable). Ahí, en medio del beso, la Bestia va largar luces por la boca, se va empezar a elevar por el cielo, un humo de brillos la envolverá, dejaré de verla por unos segundos y cuando baje de esta elevación brillante y enceguecedora ya no será bestia. Será un príncipe rubio mirándome con cara de boludo y me dirá: “este año tampoco te dieron la Beca CONICET”.

Entonces, ¿quiero pasarme la vida llenando formularios? ¿Cuántos estoy dispuesta a completar este mes? ¿Cómo puedo mejorar mi performance? ¿Qué hago cuando hago esto? 

Y, sobre todo, ¿qué es todo lo que no hago al hacer esta actividad?

 

 

Ph. Frame de La Bella y la Bestia. Jean Cocteau. 1946.

 

Josefina Zuain

El tema del ser es para mí un tropezón asegurado. Bailo y escribo, bailo y estiro, bailo y no bailo. Me gusta decir: soy bailarina y escritora. Escribo, escribo, escribo... bastante compulsiva-mente.

Tal vez todos mis textos hablan de la acción de separar y del amor. Separar como modo de re-unir, re-condensar, volver a pensar y seguir (no) siendo. Amor: mi cuerpo. Segunda es mi relación más estable y duradera. Aquí, entre amistades, casualidades, pasiones y deseo, inventamos y recreamos los modos en que podemos pensar (seguir pensando) y volver a pensar en-con-a través de la danza.

 

TODOS LOS TEXTOS EN PALABRAS

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