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Martes, 03 Octubre 2017 01:01

Bailar la caída del corazón y separarse también puede ser una fiesta.

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Es propicio atravesar las grandes aguas. Me repito día a día desde el día en que me separé. El sábado a la noche salí con mis amigas, todos los sábados a la noche salgo con mis amigas desde que me separé.

Fuimos a ver la última función de Mis días sin Victoria. Cada vez que leo, escribo, leo y escribo el nombre de esa obra me parece un hallazgo inconmensurable. Perder a Victoria, perder la victoria, salir no victorioso de una situación.

Como era la última función, la propuesta también era celebrar la despedida, el quiebre, el final y la partida. ¿Cuánto puede uno depositar en la relación con el otro? Belén comenta todas las frustraciones que le atacan el día que Victoria le dice que si sigue haciendo la obra no la va a ver más. La decisión es rotunda Victoria o victoria. Seguir, atravesar las grandes aguas, fortalecerse en el deseo de construir un camino personal.

De pronto todo lo que me rodea son temáticas vinculadas a las separaciones, muchos de mis amigos se separaron a principios de este año, yo creí que no me iba pasar. Sin embargo acá estoy llorando mientras veo a ocho personas bailar la caída del corazón, suena no me acuerdo que tema cursi, las carnes se tiñen de color rojo.

Lo peor de separarse es que uno se vuelve adicto a subirse a un taxi cada vez que necesita llegar rápido a los brazos de alguien y en los taxis siempre suenan canciones poco afortunadas. Las canciones de amor se han encargado de ir minando nuestra cabeza de pensamientos nocivos para la construcción de una personalidad fuerte, un carácter aguerrido, una persona que acepta su vacío existencial y va con él, en taxi, en la danza, en el amor también.

No puedo estar sin ti, desde que te fuiste ya no hay nada, todo todo todo me recuerda ti… La invasión de los símbolos es violenta. Quedamos sumergidos en una tragicomedia amorosa que hace drama de cualquier cosa, de cualquier rechazo que muta a frustraciones que nada tienen que ver con el amor. Es que el amor no tiene nada que ver con nada, sólo con el amor.

La lista de frases musicalizadas desgarradoras es infinita. Cuando salimos de ver la obra Paz, si, mi amiga Paz, me cuenta que cuando era chica y vivía con su padre, su padre ponía canciones románticas y la invitaba bailar. Le digo “qué jodido! ahora tenés que renunciar a encontrar al hombre ideal”.

Entonces, como era la última función había invitados especiales y una energía singular. Nos convidaron con vino, papas fritas y otros snacks, nos invitaron a bailar, nos quedamos un buen rato después de que terminó la función, entre sonrisas, abrazos, llantos y otros menesteres.

La obra sucede en un espacio imposible para el teatro, las distintas construcciones discursivas se acompañan de un despliegue espacial extenso, se intensifica de este modo la profundidad, la cercanía, la exposición de los cuerpos frente a los cuerpos. El cuerpo que baila, el cuerpo que mira. Belén teje su relación, los recuerdos de su no relación con Victoria con la biografía de sus fracasos, sus no victorias en relación a la danza contemporánea en Argentina. Por momentos parece hacer denuncias públicas y, sin embargo, escribe con la mano y borra con el codo, cada vez que una afirmación muy rotunda sale de su boca mira de reojo y dice "no es tán así, es ficción”.

Contar la biografía como un fracaso se ha convertido en una especie de leitmotiv de la escena de la danza contemporánea en Argentina. Son varios los solos que he visto en donde el artista se presenta a sí mismo como un fracaso, como una persona rechazada por un sistema al cual, de cualquier manera no quería pertenecer.

En esto también aparece la separación, atravesar las grandes aguas, es propicia la perseverancia. Somos una nueva generación, nos interesa muy poco lo que pueda exigir un artista que pretenda de nuestros cuerpos una homogeneización, una estandarización, un cumplimiento de los dones o el hallazgo de un talento natural heredado.

Somos una generación que cree en el esfuerzo, que cree en el crear, que se posiciona como una artista y no un ejecutante del arte de otros. Entonces, como suele suceder, aparecen varios nombres de coreógrafos de generaciones anteriores a nosotros que son nombrados a lo largo de la obra tanto por representar un fracaso como un éxito, un desafío, un estilo o una forma que se vuelve un cliché para hacer las cosas.

Lo que más me emociona de esta obra es ver a quien nos recibió cantando, llorando y llorando con sinceridad, llorando con profundidad, la abrazo con mi mirada, me gustaría charlar con ella, estoy segura de que se está separando.

Y es que frente a nosotras la historia que se cuenta no sólo es la historia de una separación, de todo proceso de separación se desprende una gran etapa de reunión. Y quizás los días sin victoria son los días en que Belén se decide definitivamente a ser bailarina, a ser amante, a seguir en el camino de esta inútil construcción.

El tema de la muerte, otro tema recurrente en la escena de la danza contemporánea (del arte), aparece burlado, representado a modo de grotesco, vuelto absurdo. Querer morir. Es propicia la perseverancia. Querer morir. Emborracharse. Es propicia la perseverancia. Es menester emprender algo.

La primera sesión que tuve con mi analista este año cuando llegué y le comenté que me estaba separando ella se refregó las manos, me miró entusiasmada y me dijo “bueno, muy bien, son tiempos de grandes despertares, aprovechemoslos”, la odié!. El entusiasmo de mi analista me parece una de las cosas más violentas que me podía pasar en ese momento y sin embargo me subí al caballo, empecé a ir de forma casi desesperada dos veces por semana, pasé de sesiones de dos horas a sesiones de cinco minutos. Me reconstruí. Toda bailarina se reconstruye. Con medicación Belén, con análisis yo.

Los modos del desborde en cada uno son muy singulares. Belén cuenta su relación con la medicación psiquiátrica. Hay algunos blisters pegados en la puerta de la mano de papeles bastante maltratados, de cierta desprolijidad que acompaña toda la propuesta. El modo psiquiátrico, no poder salir de la cama, querer ir a bailar y que te maltraten, saberse gorda para bailarina, saberse abandonada, saberse sin victoria la llevan cometer excesos. Que no la matan, la fortalecen.

Esta es la historia de cualquier ser humano que se precie de tal. De cualquier bailarina argentina que se precie de tal. De cualquier torta, que muchas veces ocupa el lugar de la fantasía, pero para muchas mujeres esa fantasía no puede pasar al plano de lo real. Las cosas han cambiado a nivel generacional, a nivel de conciencia. Tengo un amigo que dice que el que haya tantas tortas es culpa de Cristina. A mí me gusta pensar que todo esto es parte de una liberación superadora. La primera novia que tuve de la cual, por supuesto, me separé. No sólo no tenía vergüenza de ser lesbiana sino que lo exponía de forma pública en su modo de andar, mirar, estar, ser. Nunca me avergonzó la idea de tener una novia, sin embargo, muchas veces no me animé a decirlo. La presencia de una historia tan, pero tan, de torta en el Centro Cultural Recoleta (tan pero tan PRO...), con tanto éxito, con tantas funciones, con tanta alegría y con tanta energía femenina, me gusta. Creo en este proceso de cambio, creo en esta liberación.

La mejor manera de procesar los aspectos más crudos y banales de la historia personal, los cuales traen las angustias más profundas, es haciéndose autobulling. Cada chiste que uno hace, cada momento que uno recuerda, cada vez que uno se burla de sí mismo se enfrenta a lo real, lo procesa, lo comparte, lo empieza a disolver como una cucharita de azúcar en un café caliente.

Entonces la obra sucede entretejiendo formas esperadas de bailar, formas de moda de bailar, formas estandarizadas de tener un cuerpo, fórmulas que disuelven la angustia del pasado, chistes, llantos, historias de amor, canciones pelotudas y todas las victorias perdidas.

 

Este comentario fue escrito a partir de mi asistencia, junto a Paz y Ana, a la última función de la temporada de Mis Días sin Victoria en el Recoleta, el Sábado 2 de Octubre. 

Ficha técnico artística

Autoría: Belén Arena

Texto: Belén Arena

Intérpretes: Jazmín Levitán, Solentina López, Maria Florencia Tangel

Performers: Fiorella Álvarez, Belén Arena, Gabriela De León Esperanza, Fernando Xavier Ibarra, manuela Suarez Poch

Diseño de luces: Matías Kedak

Audiovisuales: Lucas Penyafort

Artista plástico: Raina Todoroff

Asistencia general: Gabriela De León

Asistencia Creativa: Fiorella Álvarez

Asistencia de dirección: Jazmín Levitán

Producción: Belén Coluccio, Azul Masseilot Giulano

Colaboración artística: Fiorella Álvarez

Supervision Artística: Marina Quesada

Puesta en escena: Marina Otero

Colaboración en dirección: Marina Otero

Dirección: Belén Arena

Este espectáculo formó parte del espectáculo: Maratón Lodo

Este espectáculo formó parte del evento: Lodo 2016

Este espectáculo formó parte del evento: Festival Escena 7

Josefina Zuain

El tema del ser es para mí un tropezón asegurado. Bailo y escribo, bailo y estiro, bailo y no bailo. Me gusta decir: soy bailarina y escritora. Escribo, escribo, escribo... bastante compulsiva-mente.

Tal vez todos mis textos hablan de la acción de separar y del amor. Separar como modo de re-unir, re-condensar, volver a pensar y seguir (no) siendo. Amor: mi cuerpo. Segunda es mi relación más estable y duradera. Aquí, entre amistades, casualidades, pasiones y deseo, inventamos y recreamos los modos en que podemos pensar (seguir pensando) y volver a pensar en-con-a través de la danza.

 

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