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Viernes, 17 Noviembre 2017 18:51

Cherry Bomb (and the Bikini Machine)

Escrito por

 

“¿Por qué la oscuridad es tan seductora?” es la pregunta que leo ni bien abro el Facebook.  Debajo, la foto del consultante vestido como Gary Oldman en Drácula, de Bram Stoker. Es sábado por la mañana y este “amigo” al que casi no conozco me sorprende con esta especie de post-monición y conecto, anoche fui a ver una de vampiros, se llamaba Una de Vampiros. Él se pregunta, por qué la oscuridad es tan seductora y yo me empiezo a preguntar por qué en Una de Vampiros había tanta luz. Porque anoche, en el Brío Teatro, la luz blanca casi que te enceguecía.

 

Viernes a la noche, se me hace tarde. Al llegar al Brío otras dos personas están intentando tirar la puerta abajo. Al menos no estoy sola. Finalmente nos abren, entramos agitada y atolondradamente y con nuestra aparición triunfal se da sala. Tres mujeres jóvenes están allí paradas en triángulo de cara al público. Quién sabe desde cuándo. Las luces blancas ya están prendidas. Las paredes son blancas. El piso blanco. La blanquitud encandilante es apenas contrarrestada  por una montaña de bolsas negras al fondo de la escena. Podrían ser bolsas de consorcio. Pero no. Son bolsas negras y chiquitas como las que ecológicamente te escamotea el chino Tito. Las protagonistas visten pantalones pescadores negros con tiradores e impecables camisas blancas. Solo una lleva un sobretodo largo negro. Decido que esa es la jefa. Las tres calzan zapatillas deportivas en tres bonitos y estridentes colores. Llevan los ojos pintados de negro. La de adelante porta un cartel en papel afiche blanco escrito con fibra negra que dice: “Prólogo solemne: la belleza se esconde en lugares inexistentes”. Lo hace un bollo, lo tira, comienza la acción (¿o ya empezó hace cuánto?)

Hacen poses sexis para una cámara imaginaria. Pasan de una pose a otra en una danza cómica y  a la vez seductora, así, a plena luz. Se irán sucediendo los carteles en papel afiche y se irán descartando a medida que son leídos por el público. “Soy moderna, soy eterna” reza uno de ellos.  Una de las mujeres se sumerge en la montaña de bolsas.  Por otro lado, “la jefa” comienza  a succionar el cuello de su objeta de deseo. De su boca chorrea un líquido rojo que vira al fuxia. No puedo evitar imaginar su sabor. ¿Sabrá a granadina o a jarabe para la tos? El color es hermoso. Creo (elijo creer) que es gelatina de cereza sin enfriar. Pienso en cerezas artificiales y mi paladar recuerda los caramelos que me gustaban de chica. La gelatina nunca me gustó, pero que seductora que es, sobre todo cuando se les escurre de la boca y mancha un poco sus camisas blancas. La succionadora no puede parar. Succiona compulsivamente un brazo, una pierna, el estómago. Su víctima se deja. Aunque se desmaya varias veces, parece gustarle. Reaparece la tercera con una bolsa negra en la cabeza. Las bolsas de súper no son tan grandes como para cubrir un cadáver entero. Pero ojo, no nos olvidemos que estas mujeres siguen un poco vivas aunque estén un poco muertas. Y esta vampira embolsada debe hacer agujeros en la bolsa para poder ver y respirar. Las puntas de la bolsa parecen orejitas o pequeños cuernos, una máscara monstruosa, aunque en mi nuca los pelitos no saben si reírse o erizarse. Esta vampira intenta todo el tiempo llamar la atención de “la jefa”. Desea ser deseada. Desea ser desangrada. Pero la deseada y desangrada siempre es la otra. Tarde o temprano todas llevarán bolsas en la cabeza, con esas orejitas diabólicas. Mientras, una succiona, la otra se deja y la tercera desea. Siglos intentando la vida eterna, la juventud eterna, la belleza eterna  y por alguna razón la sangre siempre es la solución. Recuerdo a Madame Battori, la que se bañaba en la sangre de sus jóvenes y lozanas sirvientas. Como si la sangre fuese incorruptible, ¡Si no hay nada más corruptible que la sangre! No así la gelatina que está hecha de huesos. Los huesos en un ambiente propicio son casi incorruptibles, pueden permanecer millones de años sin transformarse demasiado. Sí, madame Battori se equivocó, tendría que haberse bañado en gelatina y quizás hoy bailaría por un sueño. Como la Otra, la Deseada, la Elegida que de pronto recupera glóbulos rojos y aparece bailando Vampiresa Mujer de Jonathan Richman, va y viene rutilantemente, recordándome algún viejo musical de Hollywood (o de Sandro). Hay otro cartel que dice “El mundo es una fábrica de monstruos”. Y ahora mi mente se dispara una vez más. Una vez, un amigo algo conspiranoico me habló del proyecto MK Ultra, un supuesto proyecto de control mental de la CIA. Entonces di con el Tavistock Institute, un instituto de psicologia que entre muchas otras cosas se dedicaría a diseñar seductores monstruos humanos para manipular la mente de las masas. Marilin, Madonna, Britnie, Miley y Gaga parecen ser algunas de sus creaciones femeninas. Y ahí empecé a fantasear con que en algún lado debe haber una máquina bikini igual a la del  Dr. Goldfoot, una máquina futurista y psicodélica de los años 60 que reproduce mujeres sexis, todas iguales. Un ejército de mujeres “perfectas” diseñadas para conquistar el mundo. Y así, el monstruo fabricado a su vez se reproduce en sus víctimas, que se reproducen en sus víctimas, que se reproducen en sus víctimas. Como cucarachas gigantes, los monstruos al final están en todos lados y como vampiros de Bram Stocker son eternos.  Britnie, Miley, Gaga... ¿Y ahora quien es la elegida?

De pronto la jefa saca de un rincón una sopladora de aire, de esas para juntar hojas. La lleva como si fuese una motosierra de asesino serial. Hollywood no para. La fábrica no descansa. Ella va desperdigando aún más las bolsas que ya deambulan por toda la escena. Despeina a las otras. Nos mira desafiante. Recién ahí me doy cuenta que hay una puerta gigantesca vidriada de cuatro hojas entre el mundo mortal y el mundo de la inmortalidad. Hasta ahora estaba abierta de par en par. La No Elegida, mientras la jefa sigue soplando bolsas y cabelleras, se encarga de cerrarla. Las tres quedan tras los vidrios. Eso nos recuerda que ellas pertenecen a otro universo. Y yo me acuerdo que los vampiros no pueden salir a la luz del sol. Así la eternidad de estas mujeres es casi  tan frágil como la vida finita del público que las observa. Por suerte existe la electricidad y las luces de bajo consumo. Gracias a la modernidad que tanto valoran nada puede ser escondido y ellas pueden permanecer tras el vidrio seduciendo al mundo que las mira del otro lado. Y ahí lo más importante, podemos mirarlas. ¿Para qué otra cosa desear la belleza eterna si no es para ser miradas eternamente? Luego de un buen rato de solo dejarse mirar empiezo a intuir que la obra terminó, o algo así. Miro a mi alrededor. El público no sabe muy bien qué hacer, si retirarse o quedarse. Algunos se quedan otros se van. Yo voy quedando a mitad de camino. Salgo. Vuelvo a entrar. Ellas siguen ahí mostrándose, mirándonos, seduciéndonos. ¿Qué hago? ¿Me quedo y envejezco mientras ellas no pierden la tersura de su cutis? ¿Espero a que traspasen las puertas y me conviertan en una ellas? El tiempo pasa, comienzo a arrugarme. Me voy.

 

Epilogo I  

Estoy en el colectivo y me pregunto si seguirán ahí. Me lo sigo preguntando a punto de dormir. Y me juro rotundamente no volver jamás al Brío Teatro para mantener eterna mi ilusión de que son eternas.

Seguro que ahora, sea el día que sea, siguen allí tan Jóvenes y modernas. Tan sexis y tan aterradoras. El delineador sin correrse. Como tatuado. Tres vampiras tatuadas en el tiempo oliendo a saborizante de cereza.

 

Epilogo II 

Es sábado por la mañana. Abro el Facebook y leo “¿por qué la oscuridad es tan seductora?”. Observo un rato la foto del consultante. Recuerdo, conecto y deseo contestarle, aunque no lo hago y me lo digo a mi misma.  Porque en la sombra se esconden los defectos. En la sombra somos lo que queremos ser o lo que el mundo desea. Allí podemos ser eternamente modernas, jóvenes y perfectas.  En la oscuridad no hay corrupción. Por eso también podemos ser monstruos.

Podemos crear monstruos y luego clonarlos en una Máquina Bikini. Podemos amar, acariciar, succionar, violar, dejar inconsciente y seguir succionado hasta matar. En la penumbra podemos desaparecer un cuerpo y buscar una nueva víctima. También podemos resucitar y reciclarnos. Volver brillando como una diva. Hasta podemos escondernos un tiempo y hacer que se olviden de nosotras y regresar siendo otras más nuevas. Con más tetas y más purpurina.

AMiGO, La oscuridad es seductora porque es fácil. Te reto y les reto a todxs a que me seduzcan sin gafas, con una luz que te parte la retina, en una sala blanca, sin más oscuridad que un cúmulo de bolsas negras que apenas me remitan a una pizca de muerte. Una pizca negra que no puede esconder entero un cadáver. Seducime sin esconder tus cadáveres y veremos cuanta eternidad sobrevivimos.

 

Este comentario fue escrito a partir de la función del viernes 9 de junio de 2017 a las 21 hs. en El Brío Teatro (Álvarez Thomas 1582, CABA.)

Ficha Técnica:

Idea y dirección: Josefina Gorostiza | Intérpretes: Ana Gurvanov, Marina Rodriguez, Sol Tunni | Iluminación y espacio escénico: Matías Sendón |Realización escenográfica y asistencia de iluminación: Leonardo Ruzzante | Video y fotografía: Ariel Feldman | Comunicación: Carolina Castro | Diseño gráfico: Pablo Prámparo | Asistencia de dirección: Agustina Barzola Würth.

 

 

 

 

 

 

Mercedes Rivas

Estudié Antropología, algo de Letras, mi formación en danza y artes escénicas en cambio, es más libre y azaroso. Me interesan las cosas mezcladas, el reciclaje, armar cosas nuevas de partes viejas, me gustan los caleidoscopios. SI el universo ya fue creado, concentrémonos en la crianza. El crear se da una vez, el criar es continuo. Así evoluciona el universo, recombinando las cosas infinitamente. Escribo-danzo y crío cosas todo el tiempo desde que tengo memoria, desde antes de saber escribir y coordinar mis movimientos y seguramente desde antes también, cuando ni yo había sido criada. Segunda me parece un caleidoscopio en el que surgen formas y combinaciones nuevas en cada texto, puede haber tres comentarios de la misma obra y los tres son diferentes, develando que cada obra alberga millones. Por eso escribo en Segunda, por la libertad de la crianza infinita. 

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